martes, 2 de diciembre de 2014

No todas las personas son tan inútiles como yo




Estoy harta de la charlatanería sobre la corrupción por parte de todos los políticos, no quiero oír ni una palabra más, quiero actuaciones radicales contra los mangantes. La mala noticia es que escribo esto y al mismo tiempo me siento desalentada e inerme, porque no sé cómo luchar contra el grado de indecencia que hemos alcanzado. Pero la buena noticia es que no todas las personas son tan inútiles como yo lo soy. Hay un abogado y estupendo novelista, Antonio Penadés, que ejerce la acusación popular en un caso especialmente repugnante: recordarán que Blasco, consejero de Cooperación y Solidaridad de la Generalitat Valenciana (ay, Camps, Camps), se quedó con seis millones de euros de nuestros impuestos destinados al Tercer Mundo (un dinero para necesidades críticas y reales, un dinero que sin duda ha costado muertes), más 177.000 euros de las donaciones de los valencianos tras el terremoto de Haití. Con eso, Blasco y su panda se compraron pisos de lujo, un yate, un Cadillac... Horteras de bolera, corazones de plomo. Pues bien, gracias a los fiscales, a Penadés y a la abogada de la Generalitat, esos miserables fueron condenados y a Blasco le cayeron ocho años de cárcel.
Ahora Penadés y otros (Muñoz Molina es socio de honor) han montado Acción Cívica, una asociación independiente y apolítica contra la corrupción. Se personarán como acusación popular y brindarán su apoyo a otros abogados. Me emociona y consuela comprobar una y otra vez que existe gente así. Mujeres que tras regresar molidas del trabajo le preparan la cena al anciano vecino; bomberos que recogen alimentos para familias necesitadas; ciudadanos de a pie que, como Penadés, sabe defendernos. La vida sería invivible sin ellos. Yo ya me he hecho socia (accion-civica.org).
Con los datos disponibles, la economía japonesa contrajo su ritmo de crecimiento un 1,6% entre julio y septiembre, en términos anualizados. La decepción es evidente dadas las previsiones de crecimiento del 2,2% que se habían proyectado para ese periodo. La contracción define la cuarta recesión desde el inicio de la crisis y puede explicarse en gran parte por la reacción de la demanda de las familias al aumento en el impuesto sobre el consumo del pasado abril. Un golpe serio a la Abenomics: esa tríada de actuaciones o las tres flechas —reformas, estímulos monetarios y expansión fiscal— destinadas a garantizar un crecimiento sostenido y el definitivo abandono de la deflación. Se trataba de las acciones económicas más agresivas que ha tomado Japón desde que entrara hace casi dos décadas en recesiones sucesivas con deflación. Algo se ha conseguido: depreciar el yen de forma considerable y renovar parcialmente el estado de ánimo de los empresarios.
Pero es verdad que la decepción domina. En realidad, como destaca el Banco Mundial, la economía japonesa ha crecido un 0,95% de promedio entre 1991 y 2013. Ahora es bastante probable que el gobierno retrase la segunda elevación del IVA, prevista para octubre del año que viene, con el fin de no deprimir aún más el consumo.
Eso no será suficiente para conseguir apoyos de los grupos de población más dañados por el estancamiento, debido a la percepción de que las flechas lanzadas por Abe han podido mejorar más a las grandes empresas, desde luego a las exportadoras, que a las pequeñas y a las familias. La mayoría de la población, sin embargo, contempla con inquietud la hipoteca que supone tener una deuda pública que ya supera el 240% del PIB, aunque es cierto que su financiación, casi en su totalidad con ahorro japonés, nunca ha ofrecido el más mínimo problema. No ha de extrañar que, tras esos registros de la tercera economía mundial, en la última reunión del G20 se advirtiera del impacto depresivo sobre las previsiones de crecimiento de la economía mundial. Esa recuperación global es probable que sea tímida, desigual en su alcance y poco generadora de empleo. Un escenario en el que no solo Japón actúa como lastre, sino la propia eurozona.
El diagnóstico de las economías europeas que comparten moneda no es mucho más esperanzador. El crecimiento conjunto no repunta del 1%, cuesta reducir el desempleo y la inflación es históricamente reducida. Las políticas fiscales siguen siendo muy distantes de las que aconseja el sentido común y la política monetaria todavía no ha tomado las decisiones que otros bancos centrales abordaron hace años. Haría bien el nuevo presidente de la Comisión Europea en concretar cuanto antes su plan de inversión paneuropea; y las autoridades alemanas en analizar lo que ocurre en Japón cuando se retrasan demasiado los estímulos a la demanda.
Quiero hacer un reconocimiento especial a organizaciones como Cruz Roja o Cáritas. Nacieron para llegar ahí donde el brazo del Estado no llegaba con el fin de cubrir ciertas necesidades. Ahora, con una crisis que nos atormenta y un presidente que brilla por su ausencia, son ellas las que se encargan de que el significado de Estado social se lleve a término. Gracias. Y gracias a todas aquellas personas que las forman —que cada día son más— por romper la idea ya aceptada en nuestra sociedad de que el hombre es egoísta por naturaleza. Porque el hombre, por naturaleza, tiene la capacidad de decidir. Y siempre hay dos opciones.