sábado, 11 de octubre de 2014

El ébola, y la seguridad.




Las noticias que nos llegan indican que las precauciones para evitar el ébola en Madrid eran mejorables, pero no es momento de desviar la atención buscando culpables. Ahora, es necesario contener y evitar la expansión de la enfermedad. La pregunta es: ¿quiénes son los expertos al cargo y cómo se han elegido? España cuenta con profesionales internacionalmente reconocidos en todos los campos de la salud y este es el momento de utilizarlos. Debe dejarse la dirección del problema a los mejores expertos, incluyendo a los que puedan tener experiencia previa en manejo de situaciones similares. Los políticos deben dejar a un lado su tendencia a preferir personas fieles o afines, en aras de la ahora imprescindible eficacia, y dejarles hacer sin interferir. Además, se les debe proporcionar los medios ya que esta situación no permite recortes de ningún tipo. Deben considerar pedir colaboración al Centro para el Control de Enfermedades de EE UU, la mayor autoridad mundial en este tema, sin duda encantada de ayudar. No podemos fallar.
Para ponerse y quitarse el traje no hace falta hacer un máster. Para ser consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid no hace falta ni un máster, ni dos dedos de frente, ni un ápice de vergüenza. Para ser auxiliar de enfermería en un hospital público madrileño hace falta mucho coraje.
Excalibur ha sido sacrificado. Ahora tendremos que buscar a sus “amigos del parque”, a sus propietarios y familiares directos, al veterinario que le atendía, a todas las mascotas que compartían servicios clínicos, al conserje de la vivienda de sus propietarios, etcétera. Así hasta que erradiquemos la enfermedad. ¿Excalibur dio positivo? ¿No hubiese sido más interesante ver la posible evolución del virus en el perro? ¿Están controlados todos los perros que merodean por las aldeas de Sierra Leona? Señores del Gobierno, sean serios en sus decisiones.
Resulta conmovedor ver cómo la gente se ha movilizado para salvar a un perro que podría estar contagiado por ébola. Hemos hecho que arda Twitter con Salvemosa Excalibur y hemos conseguido recoger más de 316.000 firmas de apoyo. De repente todos somos defensores de los animales. ¿Cómo hemos podido llegar a tales niveles de hipocresía? Nos hemos dejado la piel para intentar salvar a un perro, algunos incluso literalmente al oponerse al sacrificio en la puerta de la vivienda y salir malparados. Cada día mueren y se sacrifican perros, por no hablar de los elevados niveles de abandono. Si de verdad queremos solidarizarnos contra las causas injustas, podríamos actuar y presionar a todos y cada uno de los Gobiernos para que enviasen a África las ayudas y los medios necesarios para combatir eficazmente el virus. Medios de los que nosotros disponemos pero que no compartimos con ellos y que salvarían cientos de vidas humanas.

viernes, 10 de octubre de 2014

Satanás gobierna España.




Colocar a José Antonio Sánchez al frente de Televisión Española es tan sensato como responsabilizar a Ana Mato de la lucha contra el ébola o encargar a Mónica Oriol la defensa de los derechos de la mujer. También como hacer ministro del vatio a José Manuel Soria, prestar una tarjeta de crédito a Rodrigo Rato o encargar a Sonia Castedo la recalificación de unos terrenos de propiedad pública. Lo mismo que confiar a la justicia el caso Fabra, a Ana Botella la alcaldía de Madrid o a Juan Cotino la presidencia de las Cortes valencianas. Igual que instalar a Bárcenas de tesorero del PP, a Morenés de ministro de Defensa o a Rafael Spottorno de jefe de la Casa del Rey. No digamos lo que significa tener a Wert en Educación, a Fátima Báñez en el Ministerio de Trabajo o a Jaume Matas como modelo de conducta.
No hemos cambiado de párrafo porque se nos hayan agotado los ejemplos, sino porque se nos ha agotado la paciencia. La descomposición legal y la ilegal se han trenzado de tal modo que no hay manera de distinguir a los corruptos de las tramas civiles, cercanas al poder, que les prestan su apoyo. Lo de las tarjetas de Caja Madrid es la erupción de un grano en una piel infinitamente granulosa. Corrupción en pantalla panorámica, corrupción político financiera o viceversa, pero corrupción estructural en todo caso. No hay una sola institución en la que al mirarnos, como en un espejo, nos devuelva una imagen respetable. Es una cuestión de tiempo que o bien dejemos de mirarnos o bien que, a modo de mecanismo de defensa, dejemos de vernos. Y eso de no verse en el espejo es grave. Cuando le sucede a un individuo, da en cuestión de horas con sus huesos en el frenopático. Las sociedades aguantan más, pero también tienen su límite.