De acuerdo con las teorías del voto económico, los ciudadanos castigan o recompensan a los gobiernos en ejercicio basándose en el comportamiento macroeconómico del país, sobre todo cuando el desempleo aumenta. Si esta hipótesis fuese correcta, los votantes del sur de Europa deberían penalizar a los gobiernos en el poder al ser percibidos como malos gestores de la crisis. En circunstancias normales el electorado podría depositar la confianza en los representantes recién elegidos completando así el proceso cíclico que legitima la democracia. Desafortunadamente las condiciones que hacen posible la recompensa y el castigo no están presentes en la situación actual.
Los datos
muestran claramente que la celebración de elecciones no ha impedido un aumento
de la desconfianza institucional en el sur de Europa, tal vez porque los
ciudadanos no pueden castigar adecuadamente a los corresponsables de la actual
crisis económica a nivel nacional e internacional. En cambio, podemos observar
que el aumento de la tasa de desempleo (línea inferior en los gráficos) resulta
un predictor preciso de la desconfianza política y que la sanción electoral no
ha ayudado a los ciudadanos a renovar la confianza en las instituciones
democráticas. De hecho, los ciudadanos del sur de Europa han castigado a las
instituciones políticas de forma indiscriminada y los niveles de desconfianza se
encuentran en su punto más alto desde 2003.
¿Cómo castigar al responsable?
La tasa de paro y la desafección política evolucionan de forma
similar, pero esto no quiere decir que el desempleo sea el causante de la
desconfianza. Como dicen los científicos sociales, correlación no es causalidad.
Una posible explicación tiene que ver con el hecho de que la Gran Recesión es
una crisis multinivel (de dimensiones estatales, europeas y globales) mientras
que el mecanismo de rendición de cuentas que el ciudadano tiene más a mano es el
estatal y, el próximo 25 de mayo, el europeo. Conscientes de las consecuencias
que puede tener para su futuro profesional, los políticos que han gestionado la
recesión tienden a señalar las características transnacionales o globales de la
crisis en un intento de exoneración de responsabilidades. Si esta explicación es
plausible, los ciudadanos percibirían el déficit democrático a nivel europeo,
sobre todo en temas de política económica, y serían conscientes de la falta de
instrumentos para castigar a los políticos responsables en los niveles europeos
y globales. Por exponerlo de otra manera, ¿cómo se castiga a los responsables
internacionales del austericidio? La falta de mecanismos efectivos de castigo y
recompensa resulta en frustración colectiva y en la pérdida de confianza en el
sistema político, una situación más peligrosa de lo que puede parecer a primera
vista.
Bertrand Russell definió la democracia como “el proceso mediante el
cual el pueblo elige a la persona a quién le echará la culpa”. Si los ciudadanos
no son capaces de identificar eficazmente a los representantes que merecen ser
castigados y elegir alternativas creíbles, las elecciones se vuelven
irrelevantes, y los ciudadanos desarrollan desafección política o desconfianza
hacia todas las instituciones políticas (especialmente el gobierno, el
parlamento y los partidos políticos). Lo que nos lleva a preguntarnos, ¿hasta
cuándo se puede mantener la desconfianza de los ciudadanos en las instituciones
políticas antes de que comiencen a cuestionar la democracia como régimen? ¿Cabe
pensar que la desafección política no acabará afectando a la legitimidad de la
democracia?