viernes, 5 de abril de 2013

"la Justicia debe ser igual para todos".. Sólo le faltó añadir "so pringaos"...



 La borrachera de impunidad y prepotencia que proporciona la mayoría absoluta a nuestros políticos en el poder hace que en ciertas ocasiones se quiten instintivamente la careta. Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, niega y trata de limitar uno de los principios elementales de un Estado democrático, como es el de la libertad de información y expresión.
La vida es todo política,la política depende de la economía,la economía ¿de qué depende?
Si hay dinero suficiente la educación,sanidad,protección social...siempre irá mejor.
La corrupción es inevitable en todos lados a mayor o menor escala.Lo que tiene que funcionar es la justicia,siendo de verdad un poder independiente,y el que la haga que la pague.
Yo, que soy republicano de siempre,tengo que admitir que la Corona no me preocupaba pues cuando la crisis del petroleo y su amistad con el mandamás jordano nos aseguró el abastecimiento y en 23-F ,en el que el Pueblo defraudó, creo que el dio la cara.
Pero se lo han buscado,al igual que lso dos partidos mayoritarios.
Ala gota añadiría que además de eso como es posible que el Minsitro del INterior diga,orgulloso,que a un inspector lo destituyeron por investigar un ático de un señor del PP
Me temo que todavía no esté tan maduro el personal como para enviar el bipartidismo, la alternancia de esta II Restauración, al baúl de los recuerdos, es una lástima que conceptos cruciales de la vida política, social y económica (autogestión, marxismo, lucha de clases, conciencia social, etc.) estén relegados al desván de las antigüedades por la sociedad biempensante… como si fueran el colmo de la ‘modernez’ los conceptos decimonónicos que amparan a la Teología Neoliberal…
¿qué se puede esperar de quienes pasaron de la dictadura franquista (Fraga, por ejemplo) a la democracia juancarlista (designado por Franco) pasando por una democraciacristiana light, un liberalismo no menos light y un centrismo al que todavía, en camino perpetuo, no han llegado ni se les espera (batería de medidas carcatólicas en curso, por seguir con ejemplos)?


Previsiblemente la más y muy trascendental consecuencia de la imputación de la Infanta Cristina es que el bipartidismo se ha acabado en España y los dos principales partidos saltarán por los aires y dejarán de gozar del apoyo de los ciudadanos por el firme enroque que ya han hecho y publicitado en defensa de la Monarquía. En unos momentos en que la adscripción monárquica se encuentra en el punto más bajo y cuestionado, los ciudadanos se apuntarán a otras opciones políticas, existentes o nacientes, como repulsa final por el hartazgo que sienten de los desmanes, desvaríos, corrupciones, miserias, luchas, traiciones y ‘desvirtuación’ democrática de los dos partidos que en la práctica han conducido y regido la política y la vida españolas desde 1977. El tiro de gracia lo da precisamente esa defensa a ultranza de la institución monárquica, sin haber dado paso nunca a la posibilidad de que los españoles se manifestasen sobre ello y su conveniencia transcurridos 36 años. Nada es eterno y ni tales partidos ni la monarquía tampoco. Es muy probable que con la imputación de la Infanta los ciudadanos hayan dicho, o vayan a decir, basta. La intolerancia máxima no es el mejor sustrato para los deseos de cambio de un pueblo. Crecerá IU, crecerá UPyD de Rosa Díez, crecerá la abstención de modo significativo, surgirán partidos de derecha e izquierda duras, crecerán los partidos nacionalistas, con ley o sin ley electoral serán más a repartir el pastel y a contrastar posiciones, se habrán roto los cerrojos de la democracia, los españoles serán más libres, precisamente porque tendrán más responsabilidades, abandonaremos el taca-taca de los niños pequeños qué éramos. Exigiremos.
Ha sido encomiable la aportación de esos dos partidos al desarrollo político, económico y social de España, pero han incurrido en el brutal error de no atender a lo que era una evidencia constante. Se habían convertido en vigilantes de hierro. Puede que con buena voluntad, pero lo han hecho tan mal, han abusado tanto, agarrados al inmovilismo más absoluto, se han encerrado tanto en sí mismos, han tenido tanta desconsideración con los ciudadanos que han terminado por irritarlos y ser despreciados y repudiados.
Este divorcio con y de la política puede llevar a situaciones de confusión e indecisión sobre el destino y rumbo del país. No ha habido posibilidades de revolución violenta, ha habido un sometimiento total al más duro capitalismo expoliador, que los españoles han soportado en silencio forzoso y con resignación. Pero el cúmulo de despropósitos ha saturado la paciencia popular, y la imputación de la Infanta y la defensa que han hecho los partidos es clave en esa saturación de paciencia. No es una elucubración gratuita; hemos recorrido los mismos pasos que en Italia, en donde la Democracia Cristiana y el Partido Socialista han desaparecido, aun sin padecer los errores añadidos de la Monarquía española.
Bendita sea, pues, la imputación de la Infanta, merced a la que España podría purgarse de sus males políticos y convertirse en una democracia sana y veraz. Si así fuera, la Corona y el propio Rey habrían prestado un servicio impagable por el que merecería nuestro reconocimiento. Y si así no fuera, en todo caso, los dos partidos están heridos de muerte. Ellos se lo han buscado. Los españoles están fatigados, creo yo, de tanta trapacería y tomadura de pelo.
La borrachera de impunidad y prepotencia que proporciona la mayoría absoluta a nuestros políticos en el poder hace que en ciertas ocasiones se quiten instintivamente la careta. Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, niega y trata de limitar uno de los principios elementales de un Estado democrático, como es el de la libertad de información y expresión, escudándose en la publicación de unas fotografías del Presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, con un narcotraficante. Por lo menos es necesario guardar las formas, aunque en este país todos nos conocemos.
¿Ellos o nosotros?. No estoy tan seguro de este resultado "purificador" más bien creo que como en Sicilia amplias capas de la población se identifican con su "padrino" (Camps, Matas, Feijó, Aguirre o González) y que la incultura , el miedo, la necesidad , hacen el resto. Y la izquierda discutiendo si son galgos o podencos.

lunes, 1 de abril de 2013

España huele cada vez peor, a úlcera vieja, mal vendada




Últimamente pierdo todas mis apuestas. No me preocupa, estoy acostumbrada, pero me amarga la condición, la edad de los ganadores. No va a pasar nada. Mis hijos y sus amigos, entre los 28 y los 16 años, llevan semanas pronosticando que todos los procesos se atascarán, que todos los culpables saldrán bajo fianza, que todos los sospechosos resultarán inocentes, que nadie irá a la cárcel y no habrá pasado nada. Yo he intentado llevarles la contraria hasta ayer. Hoy, a punto de tirar la toalla, me estremece el miserable destino que nos hemos labrado.
Porque es miserable, más que triste, que quienes hemos crecido bajo una dictadura nos empeñemos en enarbolar la bandera de la esperanza, de la ilusión y la normalidad democrática, para que jóvenes criados en la democracia interpreten nuestros gestos como una muestra de ingenuidad casi senil. Aquí no pasa nada, nunca ha pasado nada excepto esa irremediable desilusión, el hastío que crece, día tras día, entre los españoles menores de 30 años. Ningún otro índice es capaz de expresar la pésima salud de nuestra democracia con más precisión.
Tampoco es de extrañar, en un Estado que se fundó en los silencios más que en las palabras, en la eficacia del miedo y los peligros de la alegría. Hasta hoy. Porque ahora resulta que los que tienen ánimo y arrojo para protestar por este escándalo sin límite, son unos violentos que encarnan una amenaza para la democracia. ¿Qué democracia? ¿La de los grandes partidos que se sostienen entre sí; la de los jueces que dilatan las instrucciones durante décadas; la de los apaños parlamentarios que garantizan la impunidad de los culpables? España huele cada vez peor, a úlcera vieja, mal vendada. Cuando la gangrena llegue al corazón, agonizará pidiendo calma, emitiendo mensajes de tranquilidad, y nos lo tendremos muy bien empleado.
El aumento de la pobreza en España tras la persistente crisis, hipoteca su futuro
En la sociedad española no solo hay cada año más pobres, sino que estos tienen cada vez menos y están más desamparados. Diversos informes presentados en las últimas semanas, entre ellos el informe Foessa de Cáritas, advierten de las consecuencias que el empobrecimiento de cada vez más amplias capas de la población tendrá para el futuro del país. Tras cinco años de persistente crisis económica, cuyo fin todavía no se vislumbra, la renta media de los españoles, que en 2012 se situó en 18.500 euros anuales, ha caído hasta situar el poder adquisitivo por debajo del que teníamos en 2001.
El paro, las reducciones salariales y los recortes en los servicios y subvenciones públicas han provocado un importante retroceso en las rentas medias y el hundimiento de los ingresos de las bajas. A ello hay que añadir un aumento de los precios de más de un 10% desde 2007 que castiga en mayor proporción a quienes menos tienen. Once millones de españoles se encuentran ya bajo el umbral de la pobreza (ingresos inferiores al 60% de la renta media), tres millones viven en condiciones de pobreza extrema (menos de 3.650 euros de ingresos al año) y el número de hogares con todos los miembros en paro alcanza ya 1,8 millones.
Lo más grave es que, junto a este empobrecimiento, se está produciendo un aumento de las desigualdades sociales. Pero el crecimiento de la brecha social no es solo consecuencia de la recesión económica. Es fruto de las políticas económicas de corte neoliberal que triunfaron a partir de los años ochenta. Entre 1995 y 2007, los años de burbuja inmobiliaria y el dinero fácil, las desigualdades no disminuyeron en España. Al contrario, pero la crisis las está agravando ahora de forma alarmante. Desde 2007 la brecha entre los ingresos del 20% de la población con mayor renta y el 20% de renta inferior se ha incrementado en un 30%.
Durante varias décadas, la población española ha podido vivir con alivio y orgullo el gran salto en la calidad de vida y el progreso social que se producía de una generación a otra. No solo aumentaba la prosperidad general, sino que disminuían las desigualdades. Pero el ascensor social se detuvo a mediados de los setenta y muchos españoles ven ahora el futuro con miedo porque temen que sus hijos, no solo vivan peor, sino que también estén más desprotegidos frente a la enfermedad y el infortunio.
Es necesario aplicar con urgencia políticas activas destinadas a evitar que la pobreza aumente y se cronifique. Seguir insistiendo en las políticas de austeridad y recorte prescindiendo de los efectos sociales que tendrán a largo plazo puede acabar siendo suicida, porque no solo compromete el bienestar del presente, sino las posibilidades de progreso de las futuras generaciones. Las sociedades con mayor desigualdad no solo son más infelices y tienen un menor índice de desarrollo sino que también tienen más dificultades para crecer.