sábado, 16 de junio de 2012

¡ ¡ ¡ LA MADRE QUE LO PARIÓ....... ! ! !



REFLEXIÓN MUY PROFUNDA
Un pensamiento MUY profundo.

Pensando en mi perro...

Mi perro duerme en promedio 16 horas por día.
Tiene toda la comida preparada para él y puede comer cualquier cosa que quiera.
La comida la recibe sin costo, y sin ningún esfuerzo.
Visita al veterinario una vez al año o cuando es necesario, si aparece algún mal.
Para eso el no paga nada y nada se le pide a cambio.
Vive en un buen barrio y en una casa que es mucho mayor de lo que necesita, pero no precisa limpiar nada, ni pagar alquiler ni pensar en un crédito hipotecario.
Si él ensucia, alguien limpia. Además ese alguien se ocupa del alquiler.
El escoge los mejores lugares de la casa para dormir, y recibe esas comodidades completamente gratis.
Vive como un rey y no tiene ningún gasto por hacerlo.
Todos sus costos son pagados por otras personas que tienen que salir de casa para ganarse la vida todo el día…
Estuve pensando sobre eso y, de repente,me vino la respuesta............

¡ ¡ ¡ LA MADRE QUE LO PARIÓ....... ! ! !

¡ ¡ ¡ ..... MI PERRO ES DIPUTADO...! ! !

jueves, 14 de junio de 2012

http://www.escolar.net/MT/archives/2012/06...

Has recibido este mensaje porque fernando carlos Garcia lo ha compartido con garciafernandocarlos.esperando@blogger.com. Anula la suscripción a estos correos electrónicos.
No puedes responder a este correo electrónico. Añade un comentario en la publicación.

EL DRAMA DE LAS INTERVENCIONES »




EL DRAMA DE LAS INTERVENCIONES »
La calidad de vida es peor y las economías se hunden en los países rescatados
Los tres países que han solicitado ayuda a la 'troika' sufren las duras consecuencias
Consulta el especial sobre la crisis del euro
WALTER OPPENHEIMER / ANTONIO JIMÉNEZ BARCA / MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO Londres / Lisboa / Madrid 9 JUN 2012 - 18:04 CET38
Archivado en: Rescate financiero Crisis deuda europea Crisis económica Irlanda Recortes presupuestarios Grecia Euro Política monetaria única Recesión económica Portugal Zona euro UEM Crisis financiera Coyuntura económica Europa occidental Moneda UE Europa España Finanzas públicas Economía europea Organizaciones internacionales Finanzas Economía Relaciones exteriores


Irlanda se tragó el orgullo para asumir el rescate sin protestas


Irlanda es un país profundamente orgulloso e idealista y, al mismo tiempo, muy pragmático. Los irlandeses vivieron como una humillación el rescate internacional pactado el 29 de noviembre de 2010, por la que el Gobierno se aseguró el ingreso de 67.500 millones de euros en tres años, además de otros 17.500 millones procedentes de las reservas propias y para pensiones del país.


A pesar de ese sentimiento de humillación, los irlandeses apenas han protestado por las políticas de austeridad que precedieron y siguieron al rescate. Más aún: han venido a ratificarlas con el amplio margen de votos a favor (el 60%) con el que en el referéndum de hace solo unos días dieron un mandato al Gobierno para que ratifique el Tratado de Estabilidad Financiera de la UE.


MÁS INFORMACIÓN
España pide un rescate de hasta 100.000 millones para la banca
España camina hacia el rescate bancario
El Gobierno se prepara para luchar contra la palabra rescate
Otros ya lo hicieron con su dinero
¿Cómo funciona la ayuda a la banca?
Los ‘puntos negros’ del sector financiero
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, por JOAQUÍN ESTEFANÍA
Tras un rescate, poca esperanza de vida
OPINIÓN: Esta vez, Europa está de verdad al borde del precipicio
OPINIÓN: Llega el cobrador del frac
¿Significa eso que la austeridad se ha suministrado de forma suave en Irlanda? En absoluto. El estallido de la burbuja inmobiliaria en 2007 arrastró a la banca y a la economía en 2008 y disparó el déficit público en 2010 a un 32% del PIB, cifra sin precedentes en la zona euro. Eso llevó al Gobierno del Fianna Fáil, el partido históricamente dominante, a empezar una serie de recortes presupuestarios que lo mismo afectaron a las prestaciones sociales que a los funcionarios.


Más que empeorar el ajuste, lo que hizo el rescate fue prolongarlo debido al doble compromiso del Gobierno de reducir el déficit público a un máximo del 3% en 2015 y devolver el dinero a las instituciones internacionales en 10 años. Cuando el Gobierno del Fianna Fáil cayó en febrero de 2011, la coalición del Fina Gael y los laboristas negoció con Bruselas una serie de mejoras y en especial un recorte del tipo de interés que paga Irlanda por esa financiación y alargó su plazo a 15 años.


Con rescate y sin rescate, los irlandeses han sufrido siete ajustes presupuestarios desde 2008; la tasa de paro ha pasado del 4% al 14% y supera el 55% el porcentaje de desempleados que llevan más de un año sin trabajar; entre 2008 y 2015 se habrán suprimido casi 40.000 empleos públicos dejando la plantilla en 282.500 empleados frente a los 320.000 de 2008 y en una población de poco más de cuatro millones, más de 700.000 están por debajo o amenazados con quedar por debajo del umbral de pobreza.


Los portugueses sufren el deterioro de salarios y servicios


El 5 de abril de 2011, el socialista José Sócrates, primer ministro de Portugal, anunciaba que a pesar de haberlo intentado todo, se veía obligado a rendirse y solicitar, para pagar los vencimientos de la deuda del país y evitar la bancarrota, la ayuda financiera internacional. Dos semanas de negociaciones después, el Gobierno de Sócrates (a punto de abandonar el poder) firmaba con la troika (FMI, BCE y UE) el acuerdo por el cual el país recibía 78.000 millones de euros a cambio de aceptar un voluminoso y exigente paquete de medidas de recorte.


Desde que se levanta hasta que se acuesta, un ciudadano portugués siente en el día a día de su existencia las condiciones exigidas por la troika
Todos auguraron una vida peor para los portugueses. Y así ha sido. Desde que se levanta hasta que se acuesta, un ciudadano portugués siente en el día a día de su existencia las condiciones exigidas por la troika. Si desayuna en un bar, deberá pagar el 23% de IVA, un impuesto que subió en enero y que afecta no solo a productos de lujo sino a cosas tan de andar por casa como pañales, refrescos o yogures. Si nuestro hombre tiene trabajo (cosa cada vez más complicada en Portugal ya que el país alcanza el 15% de paro) se verá afectado por una dura reforma laboral que abarata el despido, prevé horas extras gratis y ha recortado los festivos al año.


Si nuestro portugués es funcionario, además, habrá perdido sus pagas extras de verano y Navidad. Si es jubilado, también. En principio, iban a recuperarlas en 2013. Dada la marcha (penosa) de la economía, esto último ya no está tan claro.


Una consulta médica corriente cuesta cinco euros desde enero, las consultas de especialistas son aún más caras y para ir a urgencias y ser atendido se necesita abonar previamente veinte euros (antes costaba diez).


Los transportes públicos funcionan peor y son más caros. Así que no es difícil que nuestro portugués del cuento llegue tarde a un trabajo en el que trabaja más por menos dinero después de haberse gastado más por desayunar.


Tampoco escapará a la sombra de la troika si, tarde ya en la noche, se pone a ver la televisión. Entre las privatizaciones previstas por el Gobierno, además de la de la compañía eléctrica EDP (ya vendida) se cuentan, entre otras, Correos, la línea aérea TAP y un canal de la televisión, RTP.


Grecia se hunde aún más en la recesión y la inestabilidad


Dos años después del primer rescate, en mayo de 2010, por valor de 110.000 millones, Grecia se hunde en la recesión y la inestabilidad política. La economía se contrae por quinto año consecutivo (la OCDE prevé para 2012 un bajón del PIB del 5,3%, y algo más de un punto en 2013), y los ciudadanos se revuelven en las urnas contra las medidas de austeridad impuestas: lo hicieron el 6 de mayo, dinamitando el bipartidismo tradicional, y lo volverán a hacer el próximo día 17 con pronóstico incierto.


A cambio del dinero prestado, la troika impuso en Grecia draconianos planes de ajuste para reducir una deuda exorbitante (300.000 millones, el 113% del PIB) y un déficit del 13%
A cambio del dinero prestado, la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) impuso draconianos planes de ajuste para reducir una deuda exorbitante (300.000 millones, el 113% del PIB) y un déficit del 13%, más de cuatro veces el límite tolerado por Bruselas. Las reformas consisten fundamentalmente en el recorte de gastos y el aumento de ingresos (vía incremento de la presión fiscal y un ambicioso plan de privatizaciones, prácticamente en suspenso); la implementación de un sistema tributario que ponga freno a la evasión fiscal (un tercio de la economía griega se genera en negro); la desregularización del mercado de trabajo y la reforma de las pensiones, un terreno abonado al fraude por los 200 fondos existentes anteriormente.


Capital importancia tienen los recortes en la Administración, donde se suprimirán 150.000 puestos hasta 2015. El tamaño del sector público había desbordado todas las previsiones de gasto (entre 1999 y 2007, los sueldos aumentaron un 50%), pero ahora, al menos, existe un primer censo de funcionarios: hay 717.000, en una población activa de alrededor de cuatro millones.


El mercado laboral es uno de los más perjudicados. En febrero se aprobó un recorte del salario mínimo del 22% (hasta el 32% para trabajadores menores de 25 años); la supresión de los convenios (con merma salarial de entre el 15% y el 40%) y facilidades para el despido. En paralelo, las pensiones se han recortado un 15% de media. El desempleo se ha triplicado en tres años y roza el 22%

martes, 12 de junio de 2012

¿Queda un minuto para la medianoche en Europa?


Esta vez, Europa está de verdad al borde del precipicio

La gestión de la crisis por Alemania amenaza con repetir las tensiones del pasado siglo
Consulta el especial sobre la crisis del euro
NIALL FERGUSON / NOURIEL ROUBINI 10 JUN 2012 - 01:00 CET168
Archivado en: Opinión Crisis deuda europea Rescate financiero Política monetaria única Euro Grecia Angela Merkel UEM Zona euro Crisis financiera UE Moneda Alemania España Banca Organizaciones internacionales Economía europea Economía Finanzas Relaciones exteriores



¿Queda un minuto para la medianoche en Europa?


Nos tememos que la política del Gobierno alemán de hacer algo que sirve ya de poco y llega demasiado tarde corre el riesgo de provocar precisamente una repetición de la crisis de mitad del siglo XX que la integración europea pretendía evitar.
Nos resulta extraordinario que sea Alemania, precisamente, la que parezca no haber aprendido de la historia. Obsesionada con la inexistente amenaza de la inflación, da la impresión de que la Alemania actual otorga más importancia al año 1923 (el año de la hiperinflación) que a 1933 (el año en que murió la democracia). A los alemanes no les vendría mal recordar que una crisis bancaria europea ocurrida dos años antes de 1933 contribuyó de forma directa a la descomposición de la democracia, no solo en su propio país, sino en todo el continente.
MÁS INFORMACIÓN
España pide un rescate de hasta 100.000 millones para la banca
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?, por JOAQUÍN ESTEFANÍA
Los 'puntos negros' de la banca
El Gobierno se prepara para luchar contra la palabra rescate
¿Cómo funciona el rescate europeo para el sector financiero?
Otros países ya lo hicieron
Tras un rescate, poca esperanza de vida
Llevamos más de tres años advirtiendo de que Europa continental necesitaba limpiar los lamentables balances de sus bancos. No hicieron prácticamente nada. Mientras tanto, desde hace dos años se está extendiendo un pánico silencioso entre los bancos de la periferia de la eurozona: se han reducido los servicios financieros transfronterizos, interbancarios y generales, y se han sustituido por financiación del BCE; y el dinero inteligente —grandes depósitos no asegurados de personas con altos ingresos— ha abandonado las costas de Grecia y otros bancos mediterráneos.

Pero ahora el público está perdiendo la confianza, y el pánico puede extenderse a depósitos sin asegurar más pequeños. Si Grecia saliera del euro, se produciría una congelación de depósitos, y los depósitos en euros se convertirían en nuevos dracmas: por tanto, un euro en un banco griego no equivale a un euro en un banco alemán. Los griegos han retirado más de 700 millones de euros de sus bancos en el último mes.
Más preocupante es que el mes pasado también hubo un aumento de las retiradas de dinero de algunos bancos españoles. La torpe operación de rescate de Bankia llevada a cabo por el Gobierno solo ha servido para incrementar la inquietud de la población. En una visita reciente a Barcelona, a uno de nosotros le preguntaron varias veces si era seguro tener dinero en un banco español. Este tipo de proceso puede ser explosivo. Lo que hoy es una tranquila visita al banco puede convertirse en una carrera de sálvese quien pueda. Si se produjera la salida de Grecia, las personas racionales se preguntarían: ¿quién va a continuación?
Como se debatió en una reunión del Nicolas Berggruen Institute celebrada la semana pasada en Roma, la forma de salir de esta crisis parece clara.
Resulta extraordinario que sea Alemania la que parezca no haber aprendido de la historia
En primer lugar, es preciso establecer un programa de recapitalización —mediante acciones preferentes sin derecho a voto— de los bancos de la eurozona, tanto en la periferia como en el centro, directa a través del Instrumento Europeo de Estabilidad Financiera (IEEF) y su sucesor, el Mecanismo de Estabilidad Financiera (MEE).

La estrategia actual de recapitalizar los bancos a base de que los Estados pidan prestado a los mercados nacionales de bonos —o al IEEF— ha resultado desastrosa en Irlanda y Grecia: ha provocado una explosión de deuda pública y ha hecho que el Estado fuera todavía más insolvente, al tiempo que los bancos se convierten en un riesgo mayor en la medida en que más parte de la deuda pública está en sus manos.
Segundo, para evitar el pánico en los bancos de la eurozona —un fenómeno seguro en el caso de salida de Grecia y muy probable en cualquier caso— es necesario crear un sistema europeo de garantía de depósitos.
Con el fin de reducir el riesgo subjetivo (además del riesgo del precio de las acciones y el riesgo crediticio asumidos por los contribuyentes de la eurozona), también habría que tomar otras medidas:
1. El programa de garantía de depósitos debe financiarse con los gravámenes bancarios apropiados: podría ser un impuesto de transacciones financieras o, mejor aún, un impuesto sobre todos los pasivos bancarios.
2. Es necesario poner en práctica un programa de resolución bancaria en el que los acreedores no asegurados —tanto mayoritarios como minoritarios— sean los primeros que paguen, antes de recurrir al dinero de los contribuyentes para cubrir las pérdidas de un banco.
3. Deben tomarse medidas para limitar el tamaño de los bancos con el fin de evitar el problema de las entidades demasiado grandes para caer.
4. También somos partidarios de un sistema de supervisión y regulación para toda la UE.
Un euro en un banco griego no equivale a un euro en un banco alemán
Es cierto que el fondo europeo de garantía de depósitos no funcionará si existe el riesgo continuo de que un país se salga de la eurozona. Garantizar los depósitos en euros sería muy caro, porque el país en cuestión necesitaría convertir toda la deuda a una nueva moneda nacional, que enseguida se depreciaría respecto al euro. Por otra parte, si el seguro de depósito solo tiene validez mientras el país no abandone el euro, será incapaz de impedir un pánico bancario. Por consiguiente, es necesario tomar más medidas para reducir las probabilidades de que se produzcan abandonos de la eurozona.

Hay que acelerar las reformas estructurales que estimulan el crecimiento de la productividad. Entre las políticas que pueden conseguirlo están una mayor flexibilización monetaria por parte del BCE, un euro más débil, algún estímulo fiscal en el núcleo duro, más gasto en infraestructuras que reduzcan los cuellos de botella y faciliten el abastecimiento en la periferia (a ser posible, con una regla de oro para las inversiones públicas) e incrementos salariales por encima de la productividad en el centro para impulsar los ingresos y el consumo.
Por último, dado el volumen insostenible de las deudas públicas y los costes de endeudamiento de varios Estados miembros, no vemos alternativa posible a algún tipo de mutualización de la deuda.
En la actualidad existen varias propuestas de eurobonos. Entre ellas, la que preferimos es la de un Fondo Europeo de Redención que hace el Consejo Alemán de Asesores Económicos, no porque sea la mejor, sino porque es la única capaz de aliviar la inquietud alemana sobre la perspectiva de asumir un riesgo crediticio excesivo.
El FER es un programa provisional que no derivará en un sistema de eurobonos permanentes. Cuenta con los avales suficientes y la antigüedad adecuada, además de tener unas condiciones muy firmes. El principal peligro es que cualquier propuesta que sea aceptable para Alemania supondría tal pérdida de soberanía fiscal para los Estados que sería inaceptable para a periferia de la eurozona, en especial Italia y España.
Ceder parte de la soberanía es inevitable. Sin embargo, existe una diferencia entre federalismo y neocolonialismo, como nos dijo un veterano político en la reunión del NBI en Roma.
Dado el volumen insostenible de las deudas, no vemos alternativa posible a algún tipo de mutualización
Hasta hace poco, la postura de Alemania sobre estas propuestas ha sido siempre negativa. Es comprensible la preocupación alemana sobre el riesgo subjetivo. Será difícil de justificar el hecho de que se ha arriesgado el dinero de los alemanes si en la periferia no se llevan a cabo unas reformas sustanciales. Pero es inevitable que esas reformas tarden aún cierto tiempo. La reforma estructural del mercado de trabajo alemán no fue precisamente un éxito de la noche a la mañana. Por el contrario, la crisis bancaria europea es un riesgo financiero que podría dispararse en cuestión de días.

Los alemanes deben comprender que la recapitalización bancaria, el seguro europeo de depósitos y la mutualización de la deuda no son opcionales. Son medidas esenciales para evitar una desintegración irreversible de la unión monetaria europea. Si todavía no están convencidos, deben entender que los costes de la ruptura de la eurozona serían astronómicos, para Alemania tanto como para el resto del mundo.
Al fin y al cabo, la prosperidad actual de Alemania es en gran parte una consecuencia de la unión monetaria. El euro ha dado a los exportadores alemanes un tipo de cambio mucho más competitivo que el viejo marco. Y el resto de la eurozona sigue siendo el destino del 42% de las exportaciones alemanas. Sumir a la mitad de ese mercado en una depresión no puede ser beneficioso para Alemania.
A la hora de la verdad, como reconoció la canciller Merkel la semana pasada, la unión monetaria siempre tuvo implícita en ella una mayor integración en una unión fiscal y política.
Pero antes de que Europa piense en dar este paso histórico, debe demostrar que ha aprendido las lecciones del pasado. La UE se creó para no repetir los desastres de los años treinta. Ya es hora de que los dirigentes europeos —y en especial los alemanes— sean conscientes de que están peligrosamente cerca de caer en ello.
Niall Ferguson es catedrático de la Universidad de Harvard; su último libro es Civilización: Occidente y el resto. Nouriel Roubini es catedrático en la Universidad de Nueva York y presidente de Roubini Global Economics. Ambos son miembros del Consejo para el Futuro de Europa del Nicolas Berggruen Institute.

lunes, 11 de junio de 2012

No solo Grecia está en juego, ¡son nuestros jóvenes!



Si nada lo remedia, habrá una generación condenada al paro, la precariedad y la desesperanza Pídamos responsabilidades a los culpables, que están en el sur de Europa, pero también en el norte

Europa está en un momento extremadamente delicado, con potenciales efectos devastadores sobre el futuro del sueño europeo y el bienestar de sus habitantes. En esta situación, el destino de nuestros jóvenes está ligado al de los griegos.

Los jóvenes actuales serán los principales perjudicados de la irresponsabilidad política y social pasada y actual. Si nada lo remedia —y el remedio no vendrá por sí solo—, será una generación perdida condenada al desempleo, la precariedad y la desesperanza. Una generación perdida más, como tantas otras. En la Gran Guerra de 1914-1918, una banda criminal de gobernantes irresponsables y generales incompetentes envió a la masacre a millones de jóvenes europeos, destruyendo toda una generación. Sin remordimiento ni responsabilidad alguna por sus fechorías.

En los últimos tiempos, algunos piden a los pueblos del sur de Europa que apoyemos a Grecia porque si no después vendrán a por nosotros. Sin embargo, hay mejores razones para impedir el triste destino que los mercados y la inacción política reservan al pueblo griego.

En primer lugar, la absurda obsesión por castigar a Grecia es inmoral. Keynes escribió en 1919: “La política de reducir Alemania a la servidumbre durante una generación, de degradar las vidas de millones, de privar de la felicidad a una nación entera, debería ser abominable y detestable, incluso si hacerlo nos enriqueciera, incluso si hacerlo no sembrara las semillas de la decadencia de Europa”. Sustituyamos Alemania por Grecia: lo que pedimos al pueblo griego es aberrante e inaceptable. Aunque nosotros no fuéramos los siguientes de la lista; aunque la expulsión de Grecia del euro no sentara las bases de la expulsión de otros países del sur de Europa; aunque pudiéramos limitar los daños al ideal europeo que provocará el haber abandonado a su suerte, tras destrozarlo, a un pueblo hermano. Este cruel castigo no ayuda al pueblo griego y destruye la dignidad de quienes lo imponen. Idénticos efectos a la imposición sobre nuestra juventud del desempleo masivo y la emigración forzosa.

En segundo lugar, hay otras salidas: el presidente Hoover propuso la austeridad cayera quien cayera (¡y vaya si cayeron!), ahondando la Gran Depresión norteamericana en una espiral suicida. Fue el New Deal de Roosevelt, con un enorme esfuerzo inversor gubernamental, lo que permitió la recuperación social y económica estadounidense.

Dicen que no tenemos más dinero para aeropuertos inútiles, trenes sin pasajeros, universidades sin alumnos o centros de congresos vacíos. Efectivamente, no lo tenemos; es más, nunca deberíamos haberlo tenido. Entonces y ahora, sí tenemos necesidades urgentes de invertir dinero público de forma masiva: hay problemas cuya resolución exige una respuesta colectiva y de gran impacto. Prevenir el cambio climático, que golpeará especialmente el sur de Europa, exige un dinero del que nunca hemos dispuesto; siempre hubo excusas para despilfarrarlo persiguiendo otros objetivos. Invirtamos ahora en cambiar nuestra infraestructura por una sostenible, reduzcamos inmediatamente nuestra dependencia del petróleo y sustituyamos las energías fósiles por energías renovables; modifiquemos los hábitos de movilidad e impulsemos los transportes poco contaminantes; recuperemos en lo posible nuestro medio ambiente… Apostemos por la investigación aplicada en industrias no contaminantes, ligadas a energías limpias. Y no descuidemos lo que nos convierte en ciudadanos libres: educación, cuidado de los débiles y desfavorecidos, sanidad… Los empleos generados estarán adaptados a nuestros jóvenes extraordinariamente preparados. Ahí podrán ser realmente competitivos, no en una economía de casino.

Dicen que no podemos invertir porque nadie nos presta dinero: falso. La riqueza del país está limitada por su función social; ¿qué mejor función social que protegernos de las consecuencias medioambientales de nuestros errores pasados, y crear los empleos que necesitamos? ¿Qué mejor función social que evitar la condena de un pueblo o de una generación sin culpa? Si los grandes propietarios de la riqueza no lo hacen por sí mismos, habrá que lograr este objetivo vía gasto público, con más progresividad fiscal, impidiendo el dumping fiscal o redefiniendo un impuesto del patrimonio que incluya a las personas jurídicas. Otras acciones incuestionables elevarán los ingresos del Estado: lucha contra el fraude y la evasión, responsabilidad patrimonial de los malversadores…

Dicen que la crisis se debe al excesivo gasto público, pero en muchos países (Irlanda, España…) es fruto del colapso de una burbuja especulativa privada. El Estado ha socializado las pérdidas de agentes privados sin haber participado en los supuestos beneficios. En el caso griego, se oculta que buena parte del excesivo gasto público se dirigió a comprar fragatas francesas y tanques alemanes, cuyo sistema bancario financiaba alegremente estas adquisiciones sin plantear quejas ni salvedades.

Dicen también que debemos rescatar la banca sistémica para evitar el colapso. Preguntemos a quién debe dinero esta banca: si debe a pequeños depositantes, el Estado (gestor del fondo de garantía, y encargado del control del sistema financiero) tiene una responsabilidad, y su apoyo financiero evitará un pánico bancario. Sin embargo, si los acreedores son grandes bancos nacionales o extranjeros, desconozco razones objetivas para que el Estado deba compensar sus errores o su excesivo apetito por el riesgo.

En tercer lugar, al pueblo griego se le está castigando colectivamente, contraviniendo el artículo 33 del IV Convenio de Ginebra, que prohíbe los castigos colectivos en caso de guerra, el castigo a personas individuales por infracciones que no hayan cometido, o la simple intimidación. Si nos encontramos ante una guerra económica, como parece, deberían aplicarse estas disposiciones protectoras de la población civil: lo contrario es, como se ha señalado, un crimen económico contra la humanidad. También nuestros jóvenes sufren un castigo colectivo por actuaciones de otros.

Hay culpables específicos de la catástrofe griega y de las otras crisis. Pídanseles responsabilidades a estos culpables, que están en el sur de Europa, pero también en el norte.

Finalmente, la expulsión de Grecia supondría un cambio profundo que destruiría los fundamentos mismos de Europa. La declaración Schuman de 1950 tenía por objetivo evitar la guerra, superando viejas rivalidades: “Europa se construirá a través de logros concretos que creen una solidaridad de facto”. Si ante la primera ocasión en que esta solidaridad es realmente puesta a prueba, abandonamos al pueblo griego a su suerte tras el naufragio (después de atarle convenientemente pies y manos), habremos destruido el sueño europeo. La historia de Europa es fecunda en crear pesadillas, mucho más que en generar sueños. Nuestros jóvenes pagarán el precio de vivir en esa Europa fracasada que ojalá nunca llegue.

Dicen que la solidaridad es muy cara, inasumible económicamente. Falso, de nuevo. Tras 1945, la solidaridad estadounidense con Europa occidental, anualmente un 2%-3% del PIB, fue simultánea a un periodo de rápido crecimiento norteamericano.

El alma solo se vende una vez y es para siempre. El destino griego marcará definitivamente si Europa tiene un proyecto que pueda competir con otros modelos: la dictadura socialista de mercado; las pseudodemocracias de ciertas economías emergentes; o las democracias vampirizadas por el sector financiero. ¿Hay un modelo europeo atractivo para jóvenes de todo el mundo, sostenible, responsable y solidario, a medida de las personas?

El futuro de nuestros jóvenes está en juego, y lo decidirán en pocas semanas jugadores de ruleta sin conciencia ni responsabilidad, que no tendrán remordimiento ni sentimiento de culpa, y a quienes nadie pedirá cuentas. El ataque a Grecia es también un ataque contra los jóvenes: que no caiga Grecia.