miércoles, 1 de febrero de 2012

Hombres en la cocina

martes, 31 de enero de 2012

Seis meses de bronca e inacción

El gobierno de Francisco Álvarez-Cascos se ha caracterizado por su incapacidad para llegar a acuerdos// el niemeyer y la rtPa han centrado su polémica gestión todo ello para poner a su mujer al frente del Niemeyer y asi salvar la empresa de esta, de la ruina en la que el mismo Cascos la metio por su inutiliad como empresario y como persona"

31/01/2012 08:00 / / OVIEDO
Su deseo de revancha se ha quedado en frustración. Francisco Álvarez-Cascos no ha sido capaz de aguantar más de seis meses al frente de un Ejecutivo en minoría. Su incapacidad para dialogar con los agentes sociales y la patronal, y, especialmente, con los grupos parlamentarios de la oposición -PSOE, PP e IU-Los Verdes- para sellar con una negociación consensuada los presupuestos del Principado le han acabado por pasar factura.
Su discurso victimista ante la prórroga presupuestaria sólo le ha durado tres comparecencias: las de sus consejeros José María Navia-Osorio (Sanidad), Paloma Menéndez Prado (Bienestar Social e Igualdad) y Ana Isabel Álvarez (Educación y Universidades) que, en sus descripciones apocalípticas sobre la devaluación de sus respectivas áreas ante una supuesta pinza PP-PSOE han provocado por sí mismas una alarma social, quizá desmesurada. La ronda de comparecencias no llegó a completarse con el resto de los miembros de su Consejo de Gobierno para explicar las consecuencias de los incumplimientos de obras de cada departamento por la prórroga presupuestaria porque no les dio tiempo.
Durante el día de ayer, Álvarez-Cascos cambió hasta dos veces consecutivas su agenda de trabajo -los afectados fueron los agentes sociales, a los que se pospuso dos veces la reunión prevista por la mañana- en función de la sorpresa que tenía reservada para la tarde con el anuncio de la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones adelantadas para el próximo 25 de marzo, coincidiendo con la fecha de celebración de los comicios en Andalucía.
Su imposibilidad de aceptar la mano que, inicialmente, le tendió la portavoz parlamentaria del PP, Isabel Pérez-Espinosa, le ha costado cara. "Déjese ayudar, no es una muestra de debilidad, es de grandeza, sea generoso con Asturias", le instó la antigua alumna al maestro. Pero Francisco Álvarez-Cascos era el jefe y no aceptaba consejos y así lo dejaban claro, en petit comité, algunas personas cercanas al presidente del Gobierno regional que, si bien se mostraban proclives a pactar con el PP como su socio ideológico natural, jamás se atreverían a llevarle la contraria y mucho menos en público. La revancha Álvarez-Cascos retornó a la política activa del Principado, después de siete años retirado de la vida pública, con una gran fuerza. Tras su decepción inicial al no lograr entrar en las querencias de los dirigentes populares de Génova para auparle a la cabeza de la lista del partido por Asturias en las elecciones del 22 de mayo, en detrimento de la candidata elegida -Isabel Pérez-Espinosatuvo que ingeniárselas para crear, con apenas tres meses y a contrarreloj, su propio partido de acólitos. Y no sólo lo consiguió sino que incluso ganó los comicios. Pero su victoria se cobró la ruptura de la derecha. Álvarez-Cascos volvía a provocar una gran convulsión entre la derecha asturiana, como había hecho, 14 años atrás, durante el pulso que mantuvo con el entonces presidente Sergio Marqués .
Su regreso a Asturias llegaba a través del partido que le sustentaba y al que bautizó como Foro Asturias Ciudadanos (FAC), compartiendo además las siglas de su nombre. Poco antes del inicio de la campaña electoral, uno de los fundadores y redactor de los Estatutos internos del partido, el abogado ovetense Gonzalo Botas, causaba la primera baja significativa. Aunque alegó motivos profesionales y personales, a su abandono voluntario de las filas del partido le sucedieron, goteo a goteo, numerosos compañeros, algunos significativos, hasta superar el centenar. Unas pérdidas para el partido que éste compensaba con notas de prensa sobre incremento de altas.
Sin embargo, el primer revés serio que sufrió Álvarez-Cascos al frente de su recién estrenado cargo le llegó de forma inesperada de su lista de candidatos a formar parte de su equipo. El presidente de la octava legislatura del Principado recibía una carta de renuncia del que iba a ser designado como viceconsejero de Educación y Formación Profesional (FP) del Principado, Miguel Ángel Forascepi, quien rechazaba el nombramiento "de forma irrevocable aduciendo motivos de salud. Álvarez-Cascos hizo pública la renuncia al inicio del acto de toma de posesión de los viceconsejeros del Ejecutivo autonómico, entre los que se iba a contar el propio Miguel Ángel Forascepi.
A la hora de nombrar a su Consejo de Gobierno eligió a técnicos con escasa o nula actividad política. Pero él, desde un principio, mantuvo que era el perfil que buscaba: profesionales dispuestos a trabajar "a tres turnos". Tras participar en la primera foto de familia con su Consejo de Gobierno, el 18 de julio de 2011, Álvarez- Cascos volvía a su despacho con el deseo de poner en práctica su ideario comprometido en su programa electoral. Pero sus seis meses de gobierno, lejos de mejorar las expectativas socio-económicas de los asturianos, ha conseguido el efecto contrario y en su balance sólo se encuentran broncas e inacción.
Los enfrentamientos
En este medio año de gobierno en minoría -Foro tiene 16 escaños de los 45 de la Cámara-, Alvarez-Cascos ha tenido sonoros enfrentamientos con los grupos parlamentarios de la oposición. Su empecinamiento en no abonar las transferencias del Principado a la radiotelevisión autonómica, en una decisión unilateral, fue muy contestado en la Junta y en la calle. Los trabajadores se movilizaron ante los cientos de compañeros que deja en el paro y en condiciones muy precarias. Su segunda afrenta se dirigió hacia el centro Niemeyer de Avilés y sus ecos llegaron incluso hasta Brasil, donde llegaron a desautorizar la utilización del nombre del arquitecto.
Sus desavenencias con la alcaldesa de Avilés, Pilar Varela, han sido continuas y todos sus deseos por reconducir la situación se estrellaron por el camino. La destitución del director del festival de Cine de Gijón, José Luis Cienfuegos, y el nombramiento de Nacho Carballo como su sucesor generó el siguiente capítulo de acoso y derribo en el ámbito cultural. El 25 de enero pasado fue el punto de inflexión en la vertiginosa hoja de ruta del presidente del Principado. Ese día, anunció que el PP y el PSOE habían unido sus votos para rechazar el proyecto de presupuestos de su Ejecutivo en lo que suponía "una moción de censura destructiva que significa imponer a los asturianos la vuelta a la política del gobierno socialista".
Los 25 votos a favor de PP y PSOE, los 4 de abstención de IU y los 16 en contra de FAC, con que se cerró la votación de la enmienda a la totalidad, dejaba la imagen de un presidente aislado y abatido. El 26 de octubre pasado, el secretario general de la Federación Socialista Asturias (FSA), Javier Fernández, aseguró cuando se cumplían los cien días de su toma de posesión que "peor no se puede hacer". Una crítica en la que coincidía el presidente del Partido Popular, Ovidio Sánchez, quien, el 23 de noviembre pasado le recomendaba que "deje de lado los disparates y las disculpas y gobierne". Tampoco los agentes sociales encontraron eco en el presidente hacia sus reivindicaciones sociales. Más bien al contrario. El 18 de noviembre pasado, Álvarez-Cascos les culpabilizaba de los altos índices de paro. "El empeño de los sindicatos por atrincherarse en el empleo fijo es lo que ha llevado a España a tener cinco millones de parados", sostenía sin ningún empacho. Todos los damnificados por los seis meses de gobierno de FAC no se sorprendieron ayer cuando el presidente eligió el 25 de marzo; día en que Asturias volverá a decidir cuál será su futuro, con o sin Cascos.

heliocentrismo ; La politica no es el centro del mundo


Curia financiera

31/01/2012 00:00 /
La Iglesia católica obligó en su día a Galileo a retractarse públicamente de sus teorías del heliocentrismo bajo severas amenazas. Sólo tardó 400 años en reconocer su error; y lo cierto es que tampoco es que el astrónomo pisano tuviera toda la razón, nadie cree ya que el Sol sea centro del universo; pero sostener, como hacía la curia, que lo era la Tierra era una sandez tan insostenible ante las evidencias que solo se explica por un dogmatismo fanático y gran afán por el control ideológico que permite, sobre todo, anclarse en el poder terrenal que es de lo que va este asunto.
Nuestra crisis general también tiene un origen dogmático, el de la creencia fantástica de que existe una mano invisible en los mercados que hace que se regulen por sí mismos. Es obvio que no, y que la codicia desmedida solo lleva a urdir un sistema de estafas contables que, al final, se derrumba como un castillo de naipes. Pero nuestra curia financiera no cede. Ahora pontifica, contra todos los telescopios, que la única salida son severos ajustes, purgas al sistema de protección social y derechos laborales.
La consecuencia, es evidente, ha resultado en la prolongación indefinida de la recesión, la congelación de la economía y el empobrecimiento generalizado. Sin estímulo no habrá crecimiento y, consecuentemente, no dejará de aumentar el paro. No tardarán, ni mucho menos, 400 años en reconocer su error. De hecho ya han empezado a girar este fin de semana pero ¿cuánto más tardarán en dar la vuelta completa? ¿cómo recuperaremos los cerebros fugados, los enfermos víctimas de recortes sanitarios, todo lo perdido en cenizas de las hogueras de su inquisición?
Solo hay un responsable de esta situación y se llama "la clase política". Una clase política que solamente es capaz de anteponar los intereses personales a los intereses generales. Una clase política incapaz de dialogar si eso no le supone un beneficio personal. Una clase política desvergonzada, con el único objetivo de ocupar una asiento en un lugar que no se merece aunque sea por 4 años (Tienen tiempo de asegurarse la jubilación). Una clase política, en fin, que no se merece el respeto de los votantes ni un céntimo de los impuestos de los ciudadanos

Fracaso absoluto, vacío de poder y un año perdido

31/01/2012 00:00
Complot, fracaso de castas políticas, la gota que colmó el vaso, chiringuitos sectarios, cortijos, poltronas…Hemos escuchado tantas veces estas disculpas que ya no resultan impactantes, pese a que salgan de la boca del todavía presidente del Principado de Asturias, Francisco Álvarez-Cascos.
La decisión de anticipar las elecciones al 25 de marzo era un rumor a gritos al mediodía. A primera hora de la tarde sorprendía tanto movimiento en Presidencia con todos los consejeros y diputados entrando en el palacio de Suárez de la Riva. No había duda, Cascos claudicaba ante la imposibilidad de pactar los presupuestos y qué mejor manera que hacerlo que cargando contra los demás sin analizar sus propios defectos.
Han pasado apenas seis meses desde que el político gijonés accediera al poder regional. Seis meses de experimentos, anuncios, broncas, recortes y…otras elecciones. Para este viaje, se pensarán ustedes, no hacía falta tanta alforja, porque lo que menos necesitamos ahora es que se pare de nuevo el cronómetro de nuestra economía. La patronal y los sindicatos, citados por cierto ayer mismo para hablar del pacto social -que paradoja- no dan crédito porque temen que las consecuencias serán tremendas.
No por esperada, la noticia es menor. Hace unos días publicaba en este mismo rincón que la postura de Cascos podía conducir a este desenlace, pero que dudaba mucho de que el resultado fuera tan diferente como para perder el tiempo de nuevo. El límite de los 23 escaños es tan lejano que esta convocatoria apenas tiene otra lectura que una decisión personal de Cascos para enseñar las uñas ante los que pretenden decirle que la minoría tiene estas cosas. Ya no hay carácter transversal que valga. Sólo hay que escuchar a algunos de sus dirigentes locales cuando hablan de la izquierda. Todos se han quitado la careta y habrá que ver si hay pelea por estar en la lista y en qué puesto.
Esta situación es el fracaso de algo tan esencial en política como es el diálogo. Hemos perdido todos, los primeros, la ciudadanía, que observamos impasibles como la casta de la que habla Cascos no es capaz de ponerse de acuerdo. Aquí no hay términos medios. Es una pena que Asturias, en la brutal crisis que padecemos, tenga que sufrir otra parálisis que puede resultar mortal de necesidad. Quedan dos meses para las elecciones, una campaña que no será de guante blanco, y otras cuatro semanas más tarde, como mínimo, para que se forme el nuevo gobierno. Hemos perdido el año 2012 porque la derecha no ha querido hablar, le pese a quien le pese, ya que sus 26 diputados eran garantía suficiente para dar la estabilidad requerida. No hay presupuesto ni previsión de tenerlo aprobado hasta la mitad del presente ejercicio.
Un gobierno tiene que gobernar sea el periodo que sea y si la sociedad estuviera agrupada, debería reclamar responsabilidades por esta tomadura de pelo. No ha pasado ni un año y Asturias vuelve a las urnas, porque ni Foro ni PP han tenido ganas de acordar nada.
Ya no nos podemos tragar la estrategia del pacto entre socialistas y populares. Eso sí, hay que agradecer al presidente que tampoco le duelan prendas para dar el paso adelante aunque no sea la vía más acertada. Es urgente que aclare su futuro, como también lo es que lo hagan sus rivales en las urnas porque el tiempo de los reproches ya ha llegado.
Los socialistas tienen una oportunidad única para hacer un análisis de conciencia profundo. Javier Fernández debe encabezar la lista y la candidatura debe ser lo suficientemente atractiva como nueva. Si quieren dar la imagen de partido de gobierno, hay que empezar por enseñar cosas diferentes porque la experiencia del pasado 22 de mayo deja pocas dudas.
Algo similar tiene que hacer el PP. Isabel Pérez-Espinosa es una candidata de futuro, aunque tienen que decidir si es para este presente tan inmediato. Otra alternativa es Mercedes Fernández que asuma el papel frente a Cascos, confiando en que el tirón nacional de su organización le permita sin mucho desgaste obtener unos buenos resultados. Pero no podrá dejar de lado los recortes que el propio Rajoy ya anunció o las cifras de desempleo que siguen creciendo.
El que tiene el camino más avanzado es el propio Cascos porque tiene la maquinaria engrasada, pero hay que superar el descrédito de este fracaso, la sensación social de incapacidad y la rutina del déjà vu político, al margen de que esta decisión lleve su marca personal. El mensaje es muy perverso. Cascos sólo puede gobernar si tiene mayoría absoluta. El resto, lo hemos visto, implica un escenario similar de agitación. Y no olvidemos que su sello se asocia a los grandes descalabros de la política regional desde la ruptura del gobierno de Sergio Marqués en 1998 y la división de la derecha asturiana en enero de 2011. Los dos grandes conflictos lucen su nombre y ahora tendrá que enfrentarse a su historia para encontrar una respuesta a tanto choque personal. El vacío de poder es total. El año está perdido y la situación es imperdonable.

lunes, 30 de enero de 2012

Seis meses de sombras en el Principado


Gracias a su genialidad deja .
eso sin contar con los recortes que estaremos obligados a realizar para pagar los gastos de las elecciones

Francisco Álvarez-Cascos, vicepresidente del Gobierno de la nación y ex ministro de Fomento entre 1996 y 2004 y secretario general del PP durante diez años, se alzó con la presidencia de Asturias en las elecciones de mayo con una imagen, labrada durante años por muchos de sus propagandistas, de gestor eficaz, trabajador infatigable “a tres turnos” (uno de sus lemas de campaña), gobernante impetuoso y arrollador y dotado de una idea cabal y visionaria de Asturias y de sus problemas y sus soluciones.
Pero en estos seis meses y medio de Gobierno nada de ello se verificó. La crisis económica, la necesidad de ajuste del gasto público y la minoría parlamentaria actuaron como supuestos eximentes de la inacción del Gobierno. Pero lo desolador para Cascos es que en este medio año de ejercicio del poder ni tan siquiera ha expuesto un proyecto conceptual ni un diseño de futuro para la región. Porque más que de futuro y de los retos del siglo XXI, Cascos se ha pasado medio año envuelto, como antaño, en la exaltación del pasado, reivindicando una y otra vez a Jovellanos, el ilustrado gijonés del siglo XVIII al que desde hace décadas dedica sus desvelos y le sirve de motivación en el ejercicio de la vida pública.
A esta ausencia de un proyecto prometedor de futuro se sumó su situación de minoría parlamentaria, que agudizó la imagen de inoperancia. En estos seis meses no hay decisiones o materializaciones que hayan confirmado la existencia tanta veces proclamada de un Gobierno trabajando a “tres turnos”. De hecho, Cascos ha seguido alternando su residencia en Asturias y en Madrid.
Pero la percepción que ha llegado a la ciudadanía es que mientras el ejecutivo de Foro manifestaba acusadas dificultades para hacer, no tenía ningún reparo en deshacer cuanto encontraba en su camino.
El frontal enfrentamiento con el Centro Internacional de Óscar Niemeyer (hoy, paralizado), el intento de asfixiar a la televisión y radio autonómicas (RPA) por la vía de los hechos, incumpliendo mandatos parlamentarios y negándose a pagar partidas aprobadas y comprometidas por poder legislativo en los presupuestos de 2011 y más recientemente la destitución del director del prestigioso Festival Internacional de Cine de Gijón por decisión del concejal de cultura de Foro en Gijón, entre otras decisiones controvertidas, han creado una impresión de bronca e inoperancia destructora.
A ello se ha sumado la imagen extremadamente débil de algunos consejeros del Gobierno, todo cuyo peso político reposa de modo exclusivo sobre el carisma del presidente. La imagen de falta de competencia de varios de los consejeros en sus comparecencias parlamentarias (una de ellas admitió, nada más ser designada para el cargo, desconocer la materia de la que había sido responsabilizada) debilitó la imagen del ejecutivo, así como los sucesivos cambios de posición sobre varias materias.

domingo, 29 de enero de 2012

Las grandes crisis de la economía española La recesión de los años treinta del siglo XX La Gran Depresión y la Segunda República


La inestabilidad se generalizó en Europa y derivó al final de la década en guerras devastadoras. En España, la crisis se debió más a factores externos que internos, aunque el atraso bancario limitó los daños del colapso financiero internacional.

La Gran Depresión se inició en Estados Unidos en 1929. Se difundió al resto del mundo mediante la disminución del comercio y los flujos internacionales de capital y la inversión de las corrientes migratorias. España no fue una excepción y fue golpeada, aunque con menor intensidad que otras economías europeas más desarrolladas. La adversa coyuntura internacional intensificó la desaceleración de la actividad económica española, ya visible en 1928, y agravó los desequilibrios estructurales.
 
La crisis internacional afectó al comercio y a la inversión extranjera
El PIB bajó un 6,4% durante 1930 y 1931, arrastrado por las malas cosechas
Fue la recesión la que trajo la Segunda República, no al revés
Entre 1931 y 1934 se expandió el gasto público y se sostuvo el valor de la peseta
La crisis económica desencadenó cambios políticos e inestabilidad social. Los problemas económicos contribuyeron a la caída de la dictadura de Primo de Rivera, que arrastró consigo a la monarquía. Ello despejó el camino al establecimiento pacífico de la Segunda República. La inestabilidad política y social fue general en Europa. Ni siquiera la guerra civil española fue una excepción, pues el rearme de los fascismos en Alemania e Italia estaba ya incubando otra guerra europea. La Guerra Civil fue el preludio de la Segunda Guerra Mundial.
Sin negar la importancia de los factores internos, el contagio internacional tuvo más relevancia en la gestación de la recesión económica en España, como sucedió en el resto de Europa. La economía de la Segunda República siguió las pautas internacionales, con las particularidades propias de los países atrasados y los problemas peculiares de una democracia recién establecida.
Esta interpretación actual contrasta con la tradicional, inspirada en los escritos de los economistas contemporáneos. Estos negaron el contagio de la crisis internacional para responsabilizar de la depresión a factores internos: los errores de los políticos republicanos. Para aquellos economistas, España fue "diferente" en la década de 1930. Los estudios actuales de historia económica muestran lo contrario.
- El atraso, escudo frente al contagio internacional. La crisis coyuntural fue breve y liviana, como señaló José María Zumalacárregui (1934). Esta moderación de la Gran Depresión en España tiene su explicación en que se trataba de un país atrasado, cuya agricultura ocupaba más del 40% de la población activa. Según Antonio Flores de Lemus (1929), la tendencia y los ciclos anuales del PIB venían marcados por la producción agraria. Ambas variables alcanzaron el máximo en 1929. La mala cosecha de 1930 arrastró al PIB. La crisis industrial y de la construcción empezó al año siguiente. El sector servicios no sufrió la recesión, pero su crecimiento se ralentizó. El PIB solamente disminuyó un 6,4% durante 1930 y 1931, según las estimaciones de Leandro Prados (2010). Sectorialmente, la agricultura y los servicios atemperaron las crisis sufridas por algunas industrias y la construcción. La recesión no afectó a las industrias de consumo (textil), cuya producción aumentó gracias al crecimiento de los salarios reales.
La salida de la crisis española fue rápida porque la excelente cosecha de 1932 elevó el PIB. Tras una recaída en 1933, su recuperación se consolidó en 1934 por otra gran producción agraria. Al año siguiente volvió a alcanzarse el nivel del PIB previo a la crisis gracias al buen comportamiento de la agricultura y a la mejoría de la industria y la construcción. Técnicamente, la crisis coyuntural había acabado en 1935.
En el sector financiero, las cotizaciones de la Bolsa de Madrid cayeron en 1929 y se desplomaron en 1931 y 1932, por influjo de la crisis industrial y de la proclamación de la República. No obstante, la Bolsa madrileña se había recuperado ya en 1935. En Europa y Estados Unidos, los pánicos bancarios de 1931 convirtieron una simple recesión en la Gran Depresión. Pues bien, el atraso bancario evitó este desastre en España, donde solo quebró un banco (el de Barcelona). La escasa internacionalización de sus operaciones y el reducido peso de sus inversiones industriales explican la resistencia de los bancos españoles al contagio de la crisis financiera internacional, según Pablo Martín Aceña (2004).

- La insuficiente protección del comercio exterior. Olegario Fernández Baños (1934) señaló que la crisis española se desarrolló al margen e independientemente de la mundial, debido a su aislamiento, creado por los altos aranceles y el aumento del tipo de cambio de la peseta. Las cifras históricas muestran lo contrario: la crisis internacional afectó seriamente a los sectores exportadores e importadores, redujo la inversión extranjera y provocó el retorno de los emigrantes. La explicación radica en que la protección exterior (aranceles y depreciación de la divisa) existente en 1929 fue insuficiente para evitar el contagio de la crisis internacional.
Es más, la protección relativa empeoró en los años 1930, pues España no practicó las políticas de empobrecer al vecino. Estas funcionaron para Reino Unido porque otros países no las adoptaron. España se protegió menos y tardíamente, como muestra la evolución de la protección aparente (recaudación en aduanas / importaciones). La República no aumentó la protección arancelaria hasta 1933. Ni siquiera entonces recurrió con convicción a los contingentes a la importación. En 1929, el grado de apertura (porcentaje del comercio exterior en el PIB) era inferior en España que la media europea, según Antonio Tena (2005). Pero la caída de la apertura exterior fue menor en España. A pesar de lo cual, esta disminuyó a la mitad entre 1930 y 1935. Esto revela que las repercusiones de la crisis internacional sobre el comercio exterior fueron apreciables.
La crisis internacional también empeoró el saldo de la balanza comercial: tras 1931, el déficit creció hasta el 23,8% en 1935. Las importaciones cayeron menos que las exportaciones, porque España sufrió las consecuencias de las políticas de empobrecer al vecino practicadas por otros países. Además, aquel déficit comercial no pudo compensarse con los ingresos en divisas por fletes, remesas de emigrantes e importaciones de capital, que prácticamente desaparecieron debido a la crisis internacional.
España tampoco se protegió con devaluaciones competitivas. Aunque nunca entró en el patrón oro, lo intentó en dos ocasiones y sus Gobiernos actuaron como si pertenecieran al club. Desde 1928, la peseta se depreció por la presión de los mercados de divisas. Por el contrario, los Gobiernos trataron de mantener la paridad de la peseta a través del control de cambios. Sin esta intervención en el mercado de divisas, la peseta se habría depreciado más, lo que hubiese resultado más protector para la economía española.
Hasta 1931, esta política de mantener la cotización de la divisa fue la ortodoxa internacionalmente y agravó la crisis internacional. Todo cambió aquel año, cuando Reino Unido y los países del bloque de la libra abandonaron el patrón oro, lo que facilitó su recuperación económica. Otros países, como Francia, permanecieron en el patrón oro, agravando su depresión. Pues bien, los Gobiernos españoles engancharon la peseta al franco francés, actuando como si pertenecieran al patrón oro. La República descartó las devaluaciones competitivas practicadas por los países que abandonaron el patrón oro. En suma, la fortaleza de la peseta entre 1931 y 1935 perjudicó a las exportaciones españolas y favoreció las importaciones, agravando las repercusiones de la crisis internacional.

- Los factores políticos coadyuvaron a la crisis. Para Luis Olariaga (1933), la recesión en España tuvo su origen en el descenso de la inversión privada, originado por el empeoramiento de las expectativas empresariales, tras el establecimiento de la República, por los conflictos sociales, las políticas socializantes, el acoso a la propiedad por los Gobiernos, la desconfianza en el régimen y la paralización de las obras públicas. El hundimiento de la inversión privada fue clave en la depresión coyuntural de la economía española, pero la explicación de Olariaga requiere algunas matizaciones.
Primera, el ciclo inversor se había desacelerado ya en 1928. La inestabilidad social, la incertidumbre política y el empeoramiento de las expectativas empresariales habían comenzado con la crisis de la dictadura de Primo de Rivera. Las huelgas generalizadas se iniciaron en 1930, en cuanto desapareció la represión de la dictadura. Luego, las expectativas empresariales se agravaron por la crisis internacional y la transición hacia el régimen republicano. Además, esta inestabilidad social acompañó a la depresión económica en toda Europa.
Segunda, las cifras macroeconómicas muestran que la Segunda República no causó la crisis económica, que ya venía de antes. Al contrario, la recesión económica y el colapso de la monarquía, que había apoyado la dictadura, trajeron la República.
Tercera, las políticas reformadoras del primer bienio republicano no fueron socializantes, sino socialdemócratas. Aplicaron en España reformas estructurales y sociales que ya se habían implantado en Europa desde 1883 para corregir la desigual distribución de la renta. La legislación laboral de Largo Caballero contribuyó al crecimiento de los salarios reales entre 1931 y 1933, tras haberse estancado durante la dictadura de Primo de Rivera. Pero, como en Europa, el crecimiento de los salarios reales también se debió a la deflación. En el segundo bienio, los salarios reales permanecieron estables. Por otro lado, los costes salariales no aumentaron por la legislación sobre seguros sociales, porque los empresarios apenas la aplicaron. En cualquier caso, los Gobiernos republicanos fueron escrupulosos en la aplicación de la ley, como sucedió con la reforma agraria, según Ricardo Robledo (2008). Eso sí, estas reformas provocaron una reacción antirrepublicana en los empresarios más conservadores (los agrarios), cuyas acciones agudizaron los conflictos sociales y la inestabilidad política.
Cuarta, la Segunda República no paralizó las obras públicas, sino que las reactivó para compensar la caída de la inversión privada. En España, la inversión agregada alcanzó un máximo en 1929. Tras disminuir ligeramente en 1930, se desplomó en 1931 y 1932, para recuperarse desde 1933. Por el contrario, la inversión pública solo cayó en 1930, para aumentar desde 1931. Las obras públicas, paralizadas en 1930, fueron reemprendidas en 1931 y se intensificaron en 1932. La obra pública de Indalecio Prieto y los pedidos de material de transporte contribuyeron a paliar los efectos de la crisis.

- Una política fiscal moderadamente expansiva. La política fiscal republicana no causó la recesión, sino que alivió sus secuelas. A pesar de sus declaraciones de ortodoxia presupuestaria, los ministros de Hacienda de la República realizaron una política fiscal anticíclica. La política expansiva de la dictadura fue clausurada por su ministro de Hacienda José Calvo Sotelo en 1929, cerrando el presupuesto extraordinario de 1926. Esta política restrictiva fue asumida por el ministro de Hacienda de la dictablanda, Manuel Argüelles, en 1930. Pero fue revertida por la Segunda República, cuyos ministros aplicaron una política presupuestaria expansiva.
Entre 1931 y 1934, los ministros de Hacienda incrementaron el gasto público en un 25% para combatir el desempleo e invertir en infraestructuras y educación. La presión fiscal también aumentó gracias a la reforma tributaria de Jaume Carner de 1932. Esto revela que aquellos ministros no eran keynesianos, como tampoco lo eran en el resto de Europa. Como los gastos crecieron más, del equilibrio en 1930 se llegó a un déficit presupuestario del 1,6% del PIB en 1934. Era un porcentaje respetable para los cánones de la época, lo que permite hablar de un cierto estímulo fiscal. No obstante, una parte del déficit era coyuntural, porque la recesión lastró el crecimiento de los ingresos. Solo en 1935 hubo una intención clara de reducir el déficit presupuestario por parte del ministro Joaquín Chapaprieta.
En cualquier caso, la política fiscal apenas tuvo repercusiones sobre la producción y el empleo, porque el gasto público nunca superó el 13,5% del PIB. Como en otras democracias europeas, los moderados planes de obras públicas no pusieron en peligro las finanzas del Estado. Por ello, en España no hubo una crisis de la deuda pública, cuyas cargas financieras fueron sostenibles durante la República.

- La tardía política monetaria expansiva. Antes de 1931, la política monetaria ortodoxa fue restrictiva, para mantener la paridad con el oro. Esto difundió la crisis internacionalmente. Tras las crisis bancarias europeas de 1931, la política monetaria de los países que abandonaron el patrón oro fue expansiva, con devaluaciones y reducciones del tipo de interés, lo que favoreció su recuperación. Otros países, como Francia y España, mantuvieron más tiempo las políticas monetarias deflacionistas, agravando su depresión.
En 1931, la oferta monetaria cayó en España porque aumentó la demanda de efectivo por el público, reduciendo sus depósitos bancarios, ante la incertidumbre generada por la crisis económica y la proclamación de la Segunda República, según Pablo Martín Aceña. Desde 1932, por el contrario, la oferta monetaria creció porque los bancos recurrieron a la pignoración de deuda pública en el Banco de España y porque descendió el coeficiente de efectivo mantenido por el público. Es decir, porque aumentó el dinero intensivo en contratos (depósitos bancarios), que es un indicador de la confianza de la población en la estabilidad del sistema financiero y del régimen político.
El Banco de España solo controlaba el tipo de interés. La utilización de este instrumento fue tardía e insuficiente. Los tipos de descuento comercial se redujeron en medio punto porcentual en 1932, 1934 y 1935. Los tipos aplicados a la pignoración de la deuda se redujeron en medio punto en 1934 y 1935. Esta política monetaria expansiva del segundo bienio republicano contribuyó a la recuperación económica.
- En los años treinta, España no fue diferente; en los cuarenta, sí. La recesión económica de la Segunda República fue menos profunda, pero fue similar a la sufrida por las democracias europeas. Desde el punto de vista coyuntural, no puede hablarse de Gran Depresión en la España de la década de 1930. Los problemas más graves de la economía española eran estructurales y seguían vigentes en 1936, de ahí la insistencia en las políticas de reformas. Los Gobiernos republicanos recurrieron a los instrumentos de política económica coyuntural convencionales de su tiempo, aunque aplicaron con retraso y escasa convicción las políticas de empobrecer al vecino, lo que agravó las repercusiones de la crisis internacional. En España, como en el resto de Europa, no se aplicaron políticas keynesianas. La política económica republicana no causó la depresión económica ni esta desencadenó la Guerra Civil, que es el corolario que sacan algunos historiadores económicos. El origen de la Guerra Civil no fue económico, sino que estuvo, según Santos Juliá (2008), en un doble fracaso militar: el golpe de Estado de los generales rebeldes no triunfó, en julio de 1936, y el Gobierno no logró aplastar la insurrección. La inclinación del ejército español a los pronunciamientos no era una novedad. Lo que había cambiado era el contexto internacional. En efecto, la ayuda financiera y militar de las potencias fascistas al general Franco y el abandono de las democracias al Gobierno de la República permitieron el triunfo de los generales sublevados, pero después de una costosa y sangrienta Guerra Civil.La supervivencia de la dictadura de Franco tras 1945 convirtió a la España de la posguerra en un régimen, político y económico, diferente del vigente en las democracias europeas. La dictadura franquista siguió aplicando las políticas económicas de guerra que habían implementado las potencias fascistas derrotadas. En aquella política autárquica está el origen de la profunda crisis económica de la posguerra. Esta fue la auténtica Gran Depresión española del siglo XX.