miércoles, 11 de enero de 2012

fernando carlos Garcia ha compartido una publicación contigo

fernando carlos Garcia ha compartido una publicación contigo sobre Google+. Con Google+, compartir en la Web es casi como compartir en la vida real. Más información
Entra en Google+
Ver o comentar la publicación de fernando carlos Garcia »
Has recibido este mensaje porque fernando carlos Garcia lo ha compartido con garciafernandocarlos.esperando@blogger.com. Anula la suscripción a estos correos electrónicos.

Katarsis 09-01-2012 Documentales Producción...

fernando carlos Garcia ha compartido una publicación contigo sobre Google+. Con Google+, compartir en la Web es casi como compartir en la vida real. Más información
Entra en Google+
Katarsis
09-01-2012
Documentales
Producción de Iñaki Ibisate sobre la situación actual del alcoholismo. La cinta retrata de manera natural, sencilla y directa la estigmatización de este problema, a través de los testimonios de seis personas afectadasen una cinta que mezcla elementos documentales y de ficción, en unos escenarios de auténtica fantasía.
RTPA - Radiotelevisión del Principado de Asturias - TPA a la carta - Documentales
TPA a la carta. video bajo demanda RTPA - Radio Televisión del Principado de Asturias.
Ver o comentar la publicación de fernando carlos Garcia »
Has recibido este mensaje porque fernando carlos Garcia lo ha compartido con garciafernandocarlos.esperando@blogger.com. Anula la suscripción a estos correos electrónicos.

#MonochromeMonday

fernando carlos Garcia ha compartido una publicación contigo sobre Google+. Con Google+, compartir en la Web es casi como compartir en la vida real. Más información
Entra en Google+
#MonochromeMonday
Ver o comentar la publicación de fernando carlos Garcia »
Has recibido este mensaje porque fernando carlos Garcia lo ha compartido con garciafernandocarlos.esperando@blogger.com. Anula la suscripción a estos correos electrónicos.

Leaving Facebook... | Facebook

fernando carlos Garcia ha compartido una publicación contigo sobre Google+. Con Google+, compartir en la Web es casi como compartir en la vida real. Más información
Entra en Google+
Leaving Facebook... | Facebook
¡Bienvenido a Facebook en Español (España)! Facebook es una herramienta social que pone en contacto a personas con sus amigos y otras personas que trabajan, estudian y viven en su entorno. Facebook se...
Ver o comentar la publicación de fernando carlos Garcia »
Has recibido este mensaje porque fernando carlos Garcia lo ha compartido con garciafernandocarlos.esperando@blogger.com. Anula la suscripción a estos correos electrónicos.

Ya sé lo que me van a decir: "si se hace ...

fernando carlos Garcia ha compartido una publicación contigo sobre Google+. Con Google+, compartir en la Web es casi como compartir en la vida real. Más información
Entra en Google+
Ya sé lo que me van a decir: "si se hace eso, muchos empresarios se irán de España"--- Y es posible que sea verdad... ¿Pero qué importa que se vayan unos chorizos que no producen más que miseria? ¿No sería mucho mejor que sólo quedasen aquí los que realmente sirven y crean, de manera práctica y honrada? ¿Acaso son necesarios los ladrones? ¿No nos llega ya con los banqueros?
Drogas.alcohol: Multiplícate por cero; "En economía, la mayoría siempre se equivoca" (John Kenneth Galbraith)
Al Capone sigue entre nosotros. Al Capone fue perseguido por Eliot Ness y su equipo por contrabando de alcohol (eran los tiempos de la Ley Seca), aunque finalmente el líder de la mafia de Chicago resu...
Ver o comentar la publicación de fernando carlos Garcia »
Has recibido este mensaje porque fernando carlos Garcia lo ha compartido con garciafernandocarlos.esperando@blogger.com. Anula la suscripción a estos correos electrónicos.

Katarsis Documentales

http://www.rtpa.es/programa:Documentales_1278053616.html#

Producción de Iñaki Ibisate sobre la situación actual del alcoholismo. La cinta retrata de manera natural, sencilla y directa la estigmatización de este problema, a través de los testimonios de seis personas afectadas en una cinta que mezcla elementos documentales y de ficción, en unos escenarios de auténtica fantasía.

el caso Pablo: ¿Drogas?

el caso Pablo: ¿Drogas?

domingo, 8 de enero de 2012

La primera gran depresión europea; Las grandes crisis de la economía española EL SIGLO XIV

Guerras, epidemias, hambre... La Baja Edad Media vivió enormes convulsiones que causaron una profunda crisis en Europa y España. La sacudida al sistema feudal abrió las puertas de la modernidad al Viejo Continente

Tras varios intentos fallidos por superar la crisis de sus finanzas, la Hacienda del reino de Mallorca quebró finalmente en 1405. En los años anteriores se habían desplomado muchas bancas privadas en Barcelona, Valencia y la misma Mallorca, pero ahora no se trataba ya del hundimiento de entidades financieras particulares, sino de la bancarrota de todo un reino. La quiebra no solo obligó a consignar todos los ingresos fiscales de la isla al pago de los intereses de la deuda y a su amortización, sino que dejó en manos de los acreedores, en su inmensa mayoría barceloneses, la centralización del producto fiscal recaudado y la supervisión del pago de los intereses y de la gestión en general de la deuda pública.
La escalada de la deuda estuvo en el origen de los problemas
En Barcelona, el 61% del gasto público se destinaba a pagar intereses
Los impuestos se extendieron a todos los habitantes del reino
La especulación inmobiliaria disparó al alza los precios
No se trataba de una mera crisis coyuntural. Los problemas eran estructurales y venían de muy atrás. Treinta años antes, y solo veinte después de que Mallorca hubiese empezado a emitir deuda pública, las cuentas ya no cuadraban. Como apuntó en su día Álvaro Santamaría, de los 900.000 sueldos a que ascendían anualmente los ingresos teóricos globales, solo llegaban a recaudarse unos 660.000, mientras que el resto dejaba de percibirse por fraude fiscal o mala gestión. Para atender el desfase entre ingresos y gastos, la Hacienda mallorquina había contraído una deuda del orden de seis millones de sueldos, que obligaba al pago de intereses por un total aproximado de 600.000, es decir, la casi totalidad de los ingresos efectivos ordinarios.
En 1373, un administrador nombrado por la corona elaboró un plan de saneamiento de la Hacienda del reino que pasaba por reducir drásticamente el gasto público (adelgazando sensiblemente la nómina de salarios y gratificaciones pagados por la Administración; reduciendo el número de embajadas y misiones oficiales; limitando la inversión en obras públicas durante diez años a la conservación de las murallas, la conducción de aguas y el muelle; controlando el abastecimiento frumentario y prohibiendo la concesión de donativos graciosos con cargo a fondos públicos), fiscalizar con severidad las cuentas de la Administración pública (sometidas a auditorías, cuyos informes serían entregados a los nuevos gobernantes al inicio de su mandato anual) y amortizar la deuda en 10 años (reduciendo el tipo de interés del 10% al 8%, una moratoria de 10 años y un plan septenal de amortización). El plan no solo no funcionó, sino que la situación de las finanzas se agravó y, aunque hubo nuevos intentos por sanear la deuda (en 1392 se colocó ya a un catalán, en representación de los acreedores, al frente de las finanzas mallorquinas con el fin de asegurar el pago de los intereses), la Hacienda quebró finalmente en 1405.
El de Mallorca no es un caso aislado ni en la España ni en la Europa de la baja Edad Media. Hacia finales del siglo XIV el pago de los intereses de la deuda pública representaba entre la mitad y las tres cuartas partes del gasto municipal en las grandes ciudades italianas, francesas, alemanas, flamencas y holandesas. En la Corona de Aragón, donde la emisión de censales se había generalizado desde mediados del trescientos como el principal recurso financiero de las Haciendas locales, la deuda pública había adquirido ya niveles colosales antes de finalizar la centuria. En Barcelona, pasó de representar el 42% en 1358 al 61% en 1403; en Tarragona, del 54 % en 1393 al 72% en 1399; en Valencia, del 39 % en 1365 al 50 % en 1402; y en Mallorca, quizá el caso más espectacular, ascendía al 81% en 1378. Y como la deuda se financiaba con los ingresos fiscales -o tal vez fuera más exacto decir que se crearon nuevos impuestos y se incrementó la presión fiscal con el fin de financiar la deuda-, buena parte del esfuerzo fiscal de la población se desviaba en beneficio de los acreedores, de ciudadanos y mercaderes que invertían en la deuda pública -menos lucrativa, pero más segura- para diversificar sus riesgos, mucho antes de que tomasen el relevo la nobleza y las instituciones eclesiásticas, con un espíritu ya claramente rentista.
La imparable escalada de la deuda, uno de los mejores barómetros y a la vez una más de las múltiples causas de la crisis del siglo XIV, tenía su origen en las continuas peticiones pecuniarias de la monarquía, motivadas a su vez por el incremento del gasto bélico, y, en menor medida, en el desarrollo del propio aparato administrativo de un Estado cada vez más centralizado. En toda Europa la guerra fue un fenómeno casi permanente a lo largo del siglo XIV, uno de los grandes azotes, junto con la peste y el hambre, de esta centuria de grandes calamidades.
En la península Ibérica las campañas militares se suceden una tras otra a lo largo del trescientos: las cruzadas castellano-aragonesas contra Granada; la batalla del Salado, en la que las fuerzas combinadas de Castilla y Portugal derrotaron a los benimerines; la conquista de Cerdeña y las guerras continuas con Génova por el control del Mediterráneo occidental; la reintegración de Mallorca a la Corona de Aragón; las revueltas nobiliarias castellanas y las guerras de la Unión aragonesa y valenciana; y, sobre todo, la guerra civil castellana, que a su vez derivó en una guerra abierta entre las coronas de Castilla y Aragón, una guerra larga, costosa y destructiva que se inserta también en el marco general europeo de la Guerra de los Cien Años.
Las guerras segaban vidas, arrasaban las cosechas, asolaban pueblos y ciudades, interrumpían el comercio, dificultaban el abastecimiento y frenaban el crecimiento, pero también exigían fuertes sumas de dinero para financiar tanto las campañas militares -y en particular el pago de las tropas- como la posterior reconstrucción. Y el dinero salía de las ciudades y de las comunidades rurales, sometidas a nuevas y mayores exacciones, que de ser inicialmente extraordinarias pasaron a convertirse en ordinarias. Al contrario que los antiguos tributos feudales, recaudados en el ámbito estricto del señorío, los nuevos impuestos eran generales y universales, no se limitaban solo a los vasallos del rey, sino que se extendían a todos los habitantes del reino, a todos los súbditos del monarca, y se justificaban por el bien común o la utilidad pública. Aunque se invirtiesen en gastos tan dudosos -desde la perspectiva de los contribuyentes, que así lo denunciaban- como más guerras o más mercedes a privados y partidarios del soberano.
La construcción de un verdadero sistema fiscal y financiero, con impuestos ordinarios, regulares, sobre el patrimonio o sobre la comercialización y el consumo (sisas, alcabalas), hizo posible, primero en Cataluña y la Corona de Aragón y más tarde en Castilla, la consolidación de la deuda pública, basada ya no en créditos a corto plazo (préstamos a interés) sino a largo plazo (censales, juros). O más bien cabría decir que fue la consolidación de la deuda pública, consignada sobre determinados impuestos (en su mayoría indirectos) la que exigió y desembocó en el establecimiento de un verdadero sistema fiscal, primero municipal y después estatal.
En cualquier caso, y esto es lo relevante, ciudades, reinos (cortes y diputaciones) y monarcas dispusieron de nuevos instrumentos financieros con los que atender nuevas y crecientes necesidades (aunque en algunos casos acabarían llevándoles a la quiebra); el patriciado urbano y más tarde la alta aristocracia y el clero se beneficiaban del festín fiscal, redistribuido en forma de intereses de la deuda; y las clases populares, rurales o urbanas, contribuyentes netos, veían cómo se añadían a los censos agrarios y las rentas señoriales tradicionales los nuevos impuestos con los que se financiaban las haciendas locales y reales y, en particular, la deuda pública.
El incremento de la presión fiscal y el reparto de su producto entre la nobleza (profesionales de la guerra y altos cargos del Estado) y los inversores en la deuda son solo una de las manifestaciones de los grandes cambios eco-nómicos y sociales (pero también políticos, culturales e incluso religiosos, con el gran Cisma de Occidente) que tuvieron lugar en el siglo XIV y que los historiadores suelen englobar, extremando los tintes negativos, bajo la denominación general de "crisis del siglo XIV", "crisis del feudalismo" e incluso "gran depresión bajomedieval". Las otras manifestaciones son más conocidas, y por eso les dedico menos espacio en esta apretada síntesis.
Los primeros historiadores que se ocuparon de ella y los propios contemporáneos destacaron sobre todo la conjunción de catástrofes y calamidades que se abatió sobre la centuria y, en primer lugar, el terrible impacto de la peste negra, que diezmó a la población europea. La epidemia, de efectos letales en su doble variedad bubónica y pulmonar, llegó a la costa mediterránea de la Península en el verano de 1348 y rápidamente se propagó por toda Europa occidental, a lomos de las ratas que infestaban las bodegas de los barcos y los cargamentos comerciales. No había remedio contra ella, y lo único que podían recomendar los médicos y las autoridades públicas y religiosas, además de rogativas y actos de expiación colectiva, era huir de las ciudades más atestadas y expuestas. Como hizo Boccaccio, que se retiró a una villa alejada de Florencia, donde compuso el Decamerón en el año de la peste.
Aunque todas las estimaciones demográficas anteriores a la era estadística no pasan de ser eso, estimaciones, se calcula que entre una tercera parte y la mitad de la población europea sucumbió a la epidemia, lo que representó un verdadero colapso demográfico y económico (ver gráfico). Además, tan mortíferas como su primera irrupción fueron sus posteriores recurrencias -el segundo brote, en 1362, se cebó en la población infantil, sin defensas inmunológicas-, y el hecho de que la peste se instalase de manera permanente en la sociedad europea hasta más allá de los siglos medievales no dejó de ensombrecer las posibilidades de recuperación.
Mucho antes que la peste habían hecho su aparición las carestías y las hambres. Un cronista catalán de la época bautizó el año de 1333 como "lo mal any primer", el inicio de todos los males, cuando una mala cosecha disparó el precio de los cereales y extendió el hambre y la muerte por toda la Península. Solo en Barcelona murieron 10.000 de los 50.000 habitantes con que contaba la ciudad. Pero los efectos de la carestía se dejaron sentir también de forma severa en Castilla y Portugal.
En el norte de Europa la crisis había empezado una generación antes, con la gran hambruna de 1315-1317, provocada por el empeoramiento de las condiciones meteorológicas y la sucesión de malas cosechas, que golpeó a todo el continente, de Escocia a Italia y de Rusia a los Pirineos, pero que no afectó a la península Ibérica. Los testimonios de la época hablan de altos niveles de criminalidad, enfermedades, muertes masivas e incluso casos de canibalismo e infanticidio.
Frente a una visión catastrofista que situaba el origen de la crisis en la incidencia de factores exógenos como la peste y el enfriamiento climático (en el siglo XIV, en efecto, se inició lo que se conoce como la pequeña Edad del Hielo, que se prolongaría hasta mediados del XIX), la mayoría de los historiadores se ha decantado tradicionalmente por atribuir sus causas a factores de naturaleza endógena, como el desequilibrio entre población y recursos, los rendimientos decrecientes, la estructura de clases, la conflictividad social, la guerra permanente, la competencia entre los nuevos Estados emergentes o el aumento de la presión fiscal.
Para los historiadores neomaltusianos las causas de la crisis se encontrarían en las limitaciones internas del propio crecimiento -demográfico y económico en general- que había caracterizado a la economía europea en los tres siglos precedentes, del XI al XIII. La inflexión se habría producido ya en las últimas décadas del doscientos, cuando hicieron su aparición en algunas regiones -ciertamente no en la península Ibérica- los primeros síntomas de agotamiento, de haber llegado ya al final de la gran expansión medieval. Treinta o cuarenta años separan, en opinión de Bois, el final del crecimiento de la entrada en la depresión propiamente dicha. Y entre los factores que llevaron a ella señala en primer lugar la persistencia de la presión demográfica sobre una economía agotada e insegura, el alza de los precios y, en particular, la escalada del precio de la tierra.
Como en el caso de una burbuja, una verdadera fiebre especulativa se apoderó del mercado inmobiliario y presionó los precios al alza de manera irracional. Las tasas de interés, que durante la etapa de crecimiento habían descendido hasta un nivel medio del 5%, se elevaron hasta el 8% o el 10%. Todo ello se tradujo en graves desórdenes monetarios, particularmente en Francia, donde la moneda perdió el 50% de su valor, a la vez que las devaluaciones disparaban los precios y desencadenaban la especulación monetaria.
Este proceso constituyó el prolegómeno extremo (estancamiento técnico y productivo, aumento del gasto público improductivo, incremento de la deuda sobre activos sobrevalorados) que precedió y llevó finalmente a la depresión, con la caída de la producción y los precios agrarios y la contracción de la demanda, afectada ya por la crisis monetaria y el retroceso demográfico. Por su parte, la salida de la crisis -sobre la que no puedo extenderme aquí- solo vendría, a mediados ya del siglo XV, con un importante reajuste de las estructuras económicas, la reducción de los tipos de interés, la estabilización de la moneda y de los precios, el alza de los salarios y de los ingresos señoriales -gracias a la nueva fiscalidad centralizada- y la recuperación de la demanda.
Más allá de sus manifestaciones más virulentas y más allá también de las distintas interpretaciones con las que los historiadores la han intentado comprender, la gran depresión bajomedieval ha sido considerada también como una crisis sistémica, como una crisis del feudalismo (aunque no fuese la que terminase con él, como tampoco la crisis de 1929 terminó con el capitalismo). Otros, en cambio, se preguntan si no se trató más bien de una serie de dificultades a corto plazo o cuellos de botella de la producción, que podrían haberse superado de no haber irrumpido la peste.
En todo caso, la crisis se saldó con una profunda reorganización del sistema feudal, desde sus bases económicas (una mayor especialización e intensificación agrícola, mayores tasas de urbanización, el desarrollo de la manufactura, el incremento de la comercialización, la reducción de los costes de transporte) hasta sus estructuras políticas e institucionales (con el afianzamiento de las monarquías territoriales y la centralización del poder político y militar). Fue en este sentido, como la denomina Epstein, un proceso de "destrucción creativa", desatado por un periodo de rápido y traumático colapso demográfico, que se tradujo en una mayor integración económica e institucional, en una mayor competencia entre mercados y entre Estados y que colocaría a la economía europea en una senda de mayor crecimiento. Lejos de ver en ella solo sus aspectos calamitosos, la crisis de la baja Edad Media fue ante todo un motor del cambio económico, el escenario de la reorganización que permitió convertir el crecimiento en desarrollo. Europa y la economía europea saldrían reforzadas de la prueba.
Antoni Furió Diego es catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Valencia.

Lecciones de la recesión; Un grupo de historiadores vuelve al pasado para ayudar a entender los males de hoy

Cuando la bola de las hipotecas subprime empezó a rodar en EE UU, a mediados de 2007, muy pocos aventuraban que aquello fuese a ser mucho más que otro sobresalto financiero, una intensa, pero breve, corrección en los mercados bursátiles tras el estallido de una burbuja, como ocurrió con las empresas puntocom en el arranque del siglo. Era una visión generalizada, sobre todo en Europa, donde se limitaba el descalabro a la banca de inversión estadounidense. Año y medio después ya estaba claro que la crisis, por su impacto en la economía de los países avanzados, pasaría a la historia. Han discurrido más de cuatro años, y lo que se debate ahora es si la Gran Recesión, como aún se la conoce, no será un nombre de guerra demasiado amable, vistos los estragos ocasionados. Sobre todo, en Europa.
El exceso de deuda, la desigualdad o los ajustes abundan en el relato
Los desastres económicos disparaban hambre y mortandad
"El pasado puede ayudar a evitar errores", dice el catedrático Llopis
La rapidez con la que se asumió que esta crisis es un fenómeno histórico se tradujo, en España, en el brusco despertar de un sueño de prosperidad que había durado 15 años. Con los ojos de la Gran Recesión, aquella etapa apacible se revela como una época de excesos y desequilibrios, origen de muchos de los males actuales. Esa experiencia empuja a una revisión más amplia del pasado de la economía española, en busca de referencias que sirvan de guía en la comprensión de lo que ocurre hoy.
Y eso es lo que propuso a Negocios un grupo de historiadores económicos, coordinado por Enrique Llopis, catedrático de la Universidad Complutense. "Salvo excepciones, nos hemos prodigado poco en los medios de comunicación. Nos sentimos más cómodos en nuestros propios y estrechos circuitos, en congresos, seminarios, revistas científicas y libros para especialistas. La gravedad de los problemas que aquejan a España demanda que abandonemos ese relativo aislacionismo y que intentemos transmitir a un público más amplio los principales resultados de nuestras investigaciones sobre las grandes recesiones de la historia económica española en el último milenio", explica.
La colección de siete artículos que arranca hoy bucea hasta el final de la Edad Media para emerger en la Gran Recesión. En este apretado recorrido por grandes crisis económicas, los historiadores se adentran en el siglo XVII, en el funesto inicio del siglo XIX, en las réplicas de la Gran Depresión en la década de 1930, en la primera etapa del franquismo o en los años setenta del siglo pasado, donde confluyeron la crisis internacional del petróleo y los necesarios ajustes internos simbolizados en los Pactos de la Moncloa.
La amplitud del recorrido descarta, de partida, que este sea un ejercicio de comparación con los motivos y las consecuencias de la crisis actual. Para hacer aflorar el pasado más lejano, los historiadores se ven obligados a escudriñar partidas bautismales, diezmos o registros de aduanas. Nada parecido al enorme aparato estadístico, el maná de datos de todo tipo con el que se calibra el día a día de la Gran Recesión. Muchas crisis económicas se aceleraban por devastadoras guerras o epidemias calamitosas; otras se dilataban por décadas de estancamiento. Hasta bien entrado el siglo XX, la economía española dependía de un sector agrario, en buena parte, poco productivo. No hay comparación posible, tampoco, en los efectos de una recesión, que antes disparaba la mortandad y la hambruna. Algunos de los apelativos que recibieron las crisis analizadas -"la pequeña edad de hierro", "el largo siglo XVII", "los años del hambre"-, hablan por sí solos.
"La potencial aportación de las lecciones del pasado a la toma de decisiones en el presente no debe magnificarse, pero, tal vez, desvelar las claves de ciertos hitos históricos ayude a evitar o minimizar yerros y a incorporar al análisis de los asuntos candentes una perspectiva temporal más amplia", añade el catedrático Llopis, quien enfatiza que, en la serie de artículos, se presta "una especial atención al papel que los acontecimientos europeos e internacionales tuvieron en la gestación y superación" de las grandes crisis económicas españolas.
La explosiva combinación de choques externos con las fragilidades de la economía española es algo más que una coincidencia en este recorrido histórico. También es recurrente que los efectos del derroche por los que gestionan la Hacienda se hagan notar enseguida, o que la deuda pública se convierta en un termómetro habitual de la crisis, como desvela ya en la primera entrega de la serie el catedrático de la Universidad de Valencia Antoni Furió al tratar la crisis en la baja Edad Media. La débil productividad o los efectos de una distribución de la renta muy desequilibrada son también asuntos que emparentan tiempos tan dispares.
"Nuestra preocupación como ciudadanos impregna esta colección de artículos sobre los grandes desastres económicos de nuestro pasado remoto, y no tan remoto", acota Llopis. Durante las próximas semanas, los textos de los historiadores revelarán que incluso las recesiones más distantes dejan valiosas lecciones para arrojar luz sobre la Gran Recesión.

Multiplícate por cero; “En economía, la mayoría siempre se equivoca” (John Kenneth Galbraith)

Al Capone sigue entre nosotros


Al Capone fue perseguido por Eliot Ness y su equipo por contrabando de alcohol (eran los tiempos de la Ley Seca), aunque finalmente el líder de la mafia de Chicago resultó atrapado y condenado en 1931 por evasión de impuestos. Ahora, la venta de alcohol es legal, pero los tiempos de Al Capone están presentes en el campo fiscal. El fraude tributario se ha convertido en una rama más de negocio para las mafias que obtienen pingües beneficios, por ejemplo, a través de las tramas de IVA y las devoluciones por este
impuesto. Como dice un inspector de Hacienda: “ Cada vez el fraude fiscal se parece más a un problema policial que fiscal”. Desde hace años, no basta con comprobar las declaraciones y ver si cuadran las facturas o los extractos bancarios, sino que, en muchas ocasiones, son procedimientos como las escuchas telefónicas –autorizadas por un juez– o requisar los ordenadores de una sociedad las que permiten atrapar a los defraudadores.
El plan de lucha contra el fraude esbozado por el Gobierno incluye pocas medidas nuevas. Tan sólo la de limitar los pagos en efectivo, una propuesta que no llevaba en su programa electoral y que, sin embar-
go, sí había sido planteada por el PSOE, IU y Attac. Todas las demás ya las había puesto en marcha la Agencia Tributaria desde hacía tiempo. En concreto, ya se cruzan los datos del recibo de la luz y de las tarjetas de crédito para detectar dinero negro y economía sumergida. La Comisión Europea ha acogido con cautela los efectos del plan antifraude sobre la reducción del déficit puesto que son ingresos no seguros. Además, el plan se queda corto pues hay otras muchas actuaciones que se podrían incluir. Empezando por un cambio de estrategia: los impuestos están para recaudar y no para inducir comportamientos económicos.
Subvención, no deducción
Si se quiere incentivar algo, es preferible una subvención que una deducción, porque las primeras son más fáciles de controlar, mientras que las deducciones pueden acabar convirtiéndose en un coladero fiscal. No es lo mismo tener que presentar los papeles para demostrar el derecho a recibir una subvención que aplicar directamente una deducción fiscal que puede que no se revise. Es cierto que es mucho más ágil y fácil de gestionar la vía de las deducciones que la de las subvenciones, pero, en estos momentos en que hay que obtener ingresos como sea, la mejor manera es no desperdiciando los pocos que se tienen.
Otro elemento con amplio margen para cerrar agujeros de fraude es el Impuesto sobre el Valor Añadido, y no sólo por el manido “con IVA o sin IVA”, sino porque las tramas mafiosas se están forrando al cobrar devoluciones por un IVA que no ingresan. Lo que es mucho más sangrante, puesto que ya no es que no paguen el IVA, sino que se llevan recursos públicos en una auténtica estafa al Estado.
Los inspectores que persiguen estas tramas llegan a decir que el IVA es un impuesto pensado casi para defraudar. Las tramas carrusel, el fraude en el gasóleo, la utilización de sociedades pantalla son, desde hace años, objetivo prioritario en las actuaciones de inspección. Pero lo que se ha demostrado es que es más efectivo cambiar la ley o imponer controles previos que ir después a intentar que una empresa que ya no existe devuelva lo que defraudó.
Cuando el sistema permite hacer autofactura, repercutir el impuesto y luego deducirlo, cobrar esa deducción y nunca ingresar el impuesto, algo falla en el procedimiento. Igual que falla que no se hayan adoptado más medidas efectivas contra los paraísos fiscales y el secreto bancario. O que se haya subido el IRPF a las rentas medias sin que se imponga un impuesto a las grandes fortunas. O que varias autonomías sigan sin recuperar el Impuesto sobre Patrimonio mientras recortan el Estado del bienestar. Pero hay otras muchas faltas. ¿Qué es lo que falla a tu juicio en la lucha contra el fraude?
 
El fraude es una lacra, y en los países mediterraneos -sobre todo los que han vivido dictaduras más o menos recientes-, más. Hay un problema de mentalidad gravísimo, que confunde Estado y Gobierno, que ensalza la figura del "listo" a la vez que machacan al inteligente, y que -por desgracia- tiende a extenderse, porque los padres corruptos intentan evangelizar a sus hijos en los beneficios de la Trampa. Vemos a menudo a personajes llenarse la boca con proclamas patriotas, que sin ningún problema de conciencia, defraudan al fisco, engañan a sus clientes y estafan a sus trabajadores, hundiendo un poco más este Pais que tanto dicen amar. Porque en realidad la única patria que aman es el dinero, y ya se sabe que nunca es suficiente. Yo creo, con dolor, que nuestra mentalidad es más de creencias y conveniencias que de idelogías, y que por eso se consigue más con multas que con razones. Por eso creo que no sería mala idea endurecer , y mucho, las penas por fraude fiscal,-aparte de prohibir las sicav, y volver a obligar a los ricos a pagar impuestos proporcionalmente a sus ganancias-. También convertir en delito muy grave la creación de empresas fantasma. Ya sé lo que me van a decir: "si se hace eso, muchos empresarios se irán de España"--- Y es posible que sea verdad... ¿Pero qué importa que se vayan unos chorizos que no producen más que miseria? ¿No sería mucho mejor que sólo quedasen aquí los que realmente sirven y crean, de manera práctica y honrada? ¿Acaso son necesarios los ladrones? ¿No nos llega ya con los banqueros?